ENTRE EL PERRO DE BRIUHONENKO Y EL FUNDAMENTO DE AMORY

 

Una de las grotescas "cabezas vivientes" de Briuhonenko. Fuente: absencito.blogspot.com
Parto aclarando que no soy vegano ni milito en grupos animalistas extremos, movimientos que considero de una inspiración positiva pero, en la práctica, a veces plagados de contradicciones esenciales como es -por ejemplo- su preferencia por el uso de prendas de cuero sintético pertenecientes a una de las industrias más contaminantes del planeta (a diferencia del tratamiento del cuero natural) o que en sus posiciones radicales de no aceptar nada que haya implicado formas de explotación de animales debería traducirse también en no ponerle vacunas o antígenos ni a sus propios hijos (menos a sí mismos), restricción que dudo puedan llegar a cumplir.
Sin embargo, considero también que el trato humanitario a los animales es algo que no constituye patrimonio exclusivo de ningún movimiento ni pertenece al color de ninguna bandera, sino de aquella aspiración a un estado que debería ser entendido como un peldaño superior en la escala de evolución humana y de su relación con el entorno; con la "noósfera" si se quieren usar palabras de Vernadski y Teilhard de Chardin... Mas, los hechos demuestran no sólo cuánto falta todavía para ese paso ascendente, sino que un inexplicable lastre cultural lo seguirá retrasando por mucho tiempo más, desgraciadamente.
Con relación a esto mismo, desde hace un tiempo circula en internet un perturbador video de un experimento ruso realizado supuestamente a inicios de los años cuarenta, y en donde se observa la cabeza viva de un infeliz perro, sostenida con un mecanismo de sustentación de sangre y oxígeno al tiempo de que se la hace reaccionar a ciertos estímulos a pesar de estar totalmente desprendida del cuerpo.
El siniestro experimento habría pertenecido al científico Sergei S. Briuhonenko (que aparece indistintamente traducido a veces como Brukhonenko, Bukhonenko, Brukhorenko o Briujonenko), considerado en Rusia como una eminencia científica en el desarrollo de procedimientos relacionados con las operaciones de corazón y los mecanismos de sustento extracorporal para órganos.
Hay detalles del video que me inducen a pensar que quizás no es real, como ciertos movimientos de la cabeza del pero y para los que, sin experto, presumo que se necesitarían otros músculos bajo la parte cercenada del cuello, además de que a los animales decapitados suele salírseles la lengua, por haberse cortado los músculos tensores más profundos bajo la garganta. Sin embargo, se sabe que los experimentos de Briuhonenko sí existieron, ejecutados especialmente en los años treinta y cuarenta, cuando decapitó a varios perros dándole relativa sobrevivencia breve a algunas de sus cabezas y otros órganos con el equipo de circulación externa de su invención.
Como sucede con varias otras perlas sangrientas de la Era de Stalin en la Rusia bolchevique, se conservan pocas pero horripilantes escenas y documentos ya desclasificados, demostrado que las experiencias fueron reales más allá de que lo sea o no el video de marras. Muchos experimentos permitieron, además, otras pruebas aún más sombrías y morbosas, como las de su colega y paisano Vladimir Demikhov, quien incluso habría unido mitades y cabezas de cachorros al lomo o cuello de un perro mayor, ya hacia los años cincuenta, conectando en el injerto sus aparatos digestivos y circulatorio para producir una extraña y grotesca aberración viviente.
Versión breve del documental ruso conocido en los Estados Unidos, con los experimentos de Brukhonenko. Fuente: http://youtu.be/qkMI4j4B2yc
Versión extendida del documental, tal cual se lo exhibía en los círculos científicos de los Estados Unidos antes de comenzada la Guerra Fría, según parece. Este video lo tenía insertado desde archive.org/details/Experime1940, pero por problemas reiterados de carga del mismo lo trasladé hasta Youtube aclarando que pertenece a la señalada fuente.
Video con imágenes con los perros de dos cabezas de Vladimir Demikhov, continuación de los experimentos de Briuhonenko. Fuente: http://youtu.be/NJC5-G7KnKY
Por la descrita situación, muchos han señalado al controvertido doctor Briuhonenko y a su alumno Demikhov como encarnaciones del mítico Víctor Frankenstein de Mary Shelley. Además, hay antecedentes claros de que los rusos usaron los experimentos de ambos científicos para su publicidad internacional, buscando presentarse a la vanguardia tecnológica mundial.
En el caso de Briuhonenko, sus oscuras pruebas fueron llevadas a un extraño filme documental de 1940 titulado algo así como "Experimentos de resurrección de los organismos", que en su época fuera considerado por muchos científicos estadounidenses como un escandaloso fraude de la propaganda bolchevique, para tratar de aparentar que en Rusia la ciencia médica estaba más avanzada que en Alemania, Francia, Estados Unidos o el Reino Unido, en plena Segunda Guerra Mundial. Las imágenes del video comentado y que circula en internet pertenecen a este documento, como podrá adivinarse desde ya.
Estos macabros experimentos, que dieron argumento para la trama de la segunda versión cinematográfica de "X-Files" ("Los Expedientes Secretos X"), me recuerdan un episodio del que leí hace muchos años en una revista contracultural argentina, la "Rebelión Rock", en un artículo animalista titulado "La horrible muerte de los animales en experimentos" y del que tampoco tengo antecedentes para darlo como hecho cierto, pero la situación es interesante para ser presentada -cuanto menos- como alegoría: en un programa de televisión donde se discutía sobre el trato compasivo a los animales, fue invitado el famoso animalista e historiador social estadounidense Cleveland Amory (1917-1998), quien debió compartir el panel de debate con un médico patólogo defensor de la experimentación en los laboratorios galenos.
 
El animalista Cleveland Amory (fuente imagen: findagrave.com).
Amory era un tipo mesurado, muy distinto de lo que hoy reconocemos como "defensores de los derechos animales", pero reconocidamente opositor a la crueldad innecesaria contra todas las criaturas. Así, el escritor y activista de la Universidad de Harvard refutó con severidad los argumentos de su contrincante y, justo cuando quedaban sólo unos instantes para que el programa de televisión concluyera, sacó de entre los papeles que había llevado uno en particular. Mostrándolo a la cámara, declaró en aquella ocasión algo como esto:
- ¡Éste es un caso insólito! En una experimento médico, se le sacaron los ojos a un perro y se los trasplantaron a un gato... Y después, trasplantaron los ojos del gato en los del perro... ¿Qué clase de utilidad o beneficio se puede esperar de un experimento como ése?
Rojo de ira, su contendor respondió de inmediato alzando la voz y sacando sus credenciales de médico:
- ¡Señor Amory, Usted es un ignorante! De seguro no sabe que un experimento como ése quizás se oriente a causas tan nobles como evitar la ceguera entre los niños y...!
Amory, sabiendo que el programa estaba a segundos de concluir, sonrió con un gesto irónico y satisfecho, e hizo callar abruptamente al patólogo declarando para sorpresa de todos los presentes y televidentes, justo al terminar el espacio:
- ¡Pare doctor, no siga!... Inventé ese experimento sólo para dejar demostrado que Usted justificaría cualquier clase de crueldad contra los animales.
Así como no he podido encontrar una prueba de que algunos de los experimentos mostrados en el video sean auténticos (principalmente el de la cabeza), tampoco he confirmado esta historia que se cuenta alrededor de aquel acierto de Amory en la televisión norteamericana. Sin embargo, ambos mitos (si es que son tales, y no la triste y cruda realidad) reflejan posiciones frente a un hecho verdadero, que afecta tal cual a mundo en que hoy vivimos y en donde el peldaño superior de la civilización aún no es pisado, mientras algunos cándidos creen que todo se resolverá lanzando leyes y ampliando poderes de castigo por parte del Estado, que nunca llegan a ser reales (la caricatura de "prohibir y sancionar los terremotos").
Sin idealizar situaciones ni aspirar a utopías donde la ciencia médica jamás necesite volver a tocar un animal para sus avances, es una muy cierta desgracia eso de que el desarrollo material de la humanidad sigue conviviendo con casos de crueldad abominable y casi enfermiza contra el reino animal, no sólo a nivel del oscuro laboratorio de estilo ruso, sino quizás hasta en los ámbitos más domésticos y convencionales de la vida contemporánea.

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