CAPITÁN ROSS: EL HOMBRE QUE UNIÓ EL ÁRTICO CON LA ANTÁRTICA
Pocos hombres pueden jactarse de
haber conocido los mares extremos del mundo, ubicados en la oposición diametral
del norte y del sur. Y, más encima, de hacerlo en pleno siglo XIX. No por nada
uno de los campos marítimos más importantes de la Antártica lleva hoy su
apellido, al igual que una isla y un monte.
James Clarke Ross nació en
Dundalk, Irlanda, el 15 de abril de 1800. Era sobrino del famoso explorador Sir
John Ross, con quien también viviría algunas aventuras marítimas más
importantes. Siendo aún niño, ingresó en 1812 a la Real Marina Británica. Y en
1818, se unió a la tripulación que, dirigida por su tío y por Sir William Edward
Parry, exploró el Ártico por la zona de Estrecho de Bering, Estrecho de Davis,
Bahía Baffin, Groenlandia y Estrecho de Nares, en la que fuera la primera gran
expedición del Almirantazgo Británico destinada a encontrar el Paso del
Noroeste.
Aunque esta expedición no logró
encontrar un paso por el Ártico (que fue encontrado años más tarde por Robert
McClure) e incluso causó problemas al reconocimiento de la labor de Sir John
Ross para la Real Marina Británica, su viaje aportó una gran cantidad de nuevos
conocimientos sobre estos territorios y el reconocimiento de costas inexploradas
y de otras que no volvían a ser catastradas desde hacía cerca de dos siglos. El
currículo del joven James C. Ross debió gran parte de su crecimiento posterior a
estas experiencias.
Habiendo conocido desde un puesto
de privilegio esta parte del mundo, volvió a participar en otras cuatro
expediciones a las órdenes del Comandante Parry, entre 1819 y 1827. A partir de
1829, volvió a ponerse a las órdenes de su tío para nuevos viajes de
exploración. El 1º de junio de 1831, durante una de estas audacias, estuvo en la
expedición que logró precisar la posición del Polo Norte Magnético. En 1833,
participó en la última de estas exploraciones con su tío. Al año siguiente, fue
ascendido a Capitán y, hasta 1838, se le destinó en la vigilancia magnética de
Gran Bretaña.
Conociendo ya el Ártico, la
atención del Capitán Ross se desplazó hacia el otro extremo del mundo: la
Antártica, que por entonces seguía atrapada entre la leyenda y la realidad
cartográfica e histórica. En 1839, Inglaterra quiso ponerse a la par de naciones
como Francia y Estados Unidos, que ya habían realizado sus propios
reconocimientos antárticos, y planificó uno propio. Por ello, se le destinó a
Ross la larga expedición marítima que ese año y por otros tres cartografió y
registró observaciones de gran parte de la costa del Continente Blanco, a bordo
de los navíos HMS “Erebus” y HMS “Terror”, este último ya aventurado en el
Ártico durante 1836. Se le encomendó también hacer registros sobre el magnetismo
terrestre.
Zarparon el 5 de octubre de 1840.
Ross se aseguró personalmente de que sus hombres contaran con las condiciones
alimenticias y de reposo adecuadas para tan difícil odisea, basándose en su
experiencia ártica. Durante este largo viaje de varias etapas y tras sortear la
amenaza casi permanente de los icebergs antárticos, descubrió el 9 de enero de
1841 un amplio mar colindante con el Pacífico Sur y que hoy lleva su nombre: el
Mar de Ross. También encontró, el 11 de enero, los volcanes bautizados como
Monte Erebus y Monte Terror, en homenaje a sus navíos. Poco después, dio con la
Tierra y la Barrera de Hielo Victoria, actualmente llamada Barrera de Ross.
Debió retroceder tras atravesar 200 millas de las paredes gélidas, y tras
alcanzar los 78º 4'.
Luego de esperar la llegada de la
primavera en río Derwent, siguieron la aventura hacia noviembre, por Tierra
Victoria otra vez. Sin embargo, se presentaron problemas que casi hacen acabar
en desastre sus esfuerzos. Sólo el 17 de diciembre pudieron penetrar la barrera
de hielos flotantes, y para enero del año siguiente otra vez estaban amenazados
por el peligro de naufragio, luego de varios percances con los icebergs. El
advenimiento del invierto y el avance de los hielos le obligaron a retornar,
llegando a islas Falkland o Malvinas en marzo.
Ross arremetió nuevamente hacia
el Continente Blanco el 17 de diciembre de 1842, con la intención de completar
las exploraciones en el Mar de Wedell, que habían sido observadas por última vez
veinte años antes. En otro intento, descubrieron el Golfo del Erebus y del
Terror, a la altura del 64º 12'. Sin embargo, la presencia de una barrera
impenetrable de hielos le hizo imposible avanzar más allá del 71º, obligándole a
regresar.
Los descubrimientos de Ross le
dieron gran prestigio para cuando retornó a Gran Bretaña el 4 de septiembre de
1843, tras cuatro años y medio de aventuras. Al año siguiente, se le nombró
Caballero y fue postulado a la Legión de Honor Francesa. Gozando de esta gran
reputación, reunió todas sus anotaciones y memorias de viaje para publicarlas en
1847 en un libro titulado “A Voyage of Discovery and Research to Southern and
Antarctic Regions”. Al año siguiente, se le premió con la membrecía en la
Real Sociedad.
Ese mismo año de 1848, realizó
una nueva y última expedición al Ártico, esta vez capitaneando el HMS
“Enterprise” y el HSM “Investigator”, acompañado por Robert McClure y Francis
Leopold McClintock. Esta expedición estaba destinada a encontrar al desaparecido
grupo de Sir John Franklin, pero no tuvo éxito. Por el contrario, enfrentó
varios problemas al tener que soportar el invierto en Puerto Leopold de Isla
Somerset, y más tarde quedaron parcialmente atrapados en el hielo en Bahía
Baffin. Tras 150 millas recorridas sin éxito, volvió a Woolwich el 26 de
noviembre de 1849. Sólo diez años después, en 1859, McClintock pudo confirmar
con un viaje propio el trágico final de la expedición del Capitán Franklin.
En 1857, el explorador fue
golpeado por la muerte de su amada esposa, Lady Ann Ross. Él falleció en
Aylesbury, el 3 de abril de 1862.
Comentarios
Publicar un comentario