EL TEMIBLE "VASO NEGRO"
Casi
todos lo hemos bebido alguna vez… Quizás sin saberlo, incluso. Marcó
varias veces nuestros inicios en las aventuras del alcohol con amigos o
la introducción en las parrandas. Y en innumerables casos, también, ha
señalado el momento final de incontables mártires de esas noches regadas
por fermentos y destilados espirituosos.
Es el temido vaso negro
quien nos espera marcando nuestro epílogo en la fiesta, la reunión
social, el matrimonio o, simplemente, en la tomatera sin excusas con
efemérides… El final para nosotros, que lo bebimos, porque a nuestras
espaldas y sobre nuestros ronquidos, la jarana continuará con el resto
de los comensales que aún no beben su respectivo vaso negro, antítesis del cáliz con la ambrosía de vida.
El vaso negro
es siempre el último: el golpe de gracia a la borrachera y la
coronación de la ebriedad. Nos desconectará y nos enviará a dormir como
angelitos en coma, entre humores etílicos e hígados cada vez más grasos,
con los dientes teñidos de tinto y los orines cargados de cerveza. Los
curados odiosos son invitados gratuitamente al nefasto cáliz oscuro,
para literalmente “apagarlos” y mandarlos a la cama, sin perturbar al
resto de la fiesta. Los primerizos encuentran su vaso negro pronto; los decanos, lo postergan tanto como la experiencia les permite hacerlo.

El "Carretón de los borrachos" fue un pintoresco pero penoso servicio dado por las autoridades coloniales de la Gobernación de Chile.
Helo ahí, entonces: tentador, asesino, hipnótico e irresistible… El vaso negro
estará siempre revolviéndose en las tripas del tipo tirado en el pasto
afuera del bautizo, o las del borrachín empolvado en el suelo afuera de
la fonda, o las de la bella durmiente desparramada por las baldosas
frías del baño en su noche de graduación.
Lo peor es que el vaso negro
nos intenta engañar con maestría: es un estafador y embaucador por
antonomasia. Jamás se anuncia; jamás da señales de ser el último, el
definitivo en esa línea de tragadas a veces tan tenue entre la “entrada de agua al bote” y el calamitoso “apagón de televisor”. Él es el umbral entre esos dos reinos y planos de existencia; la llave de una dimensión a la otra.
La
reciente ley de tolerancia cero al alcohol en los conductores chilenos,
quizás alejará la sombra amenazante de este grial del infortunio entre
aquellos que, hasta hace una sólo semana, continuaban mezclando copas
con calles… Sin embargo, el vaso negro seguirá al acecho en cada
casa, cada pub y cada cantina donde pueda hacerse presente, nublándonos
la conciencia, atacándonos con el martillazo aturdidor del sueño súbito y
avergonzando nuestra amnesia al día siguiente.
Y es que el vaso negro no perdona, ni da clemencia.
Comentarios
Publicar un comentario