UN VISTAZO A “PELIGRO EN LA ANTÁRTIDA”, DE HÉCTOR G. OESTERHELD
Nota: artículo del año 2008, traslado hasta acá en 2022.
Héctor
Germán Oesterheld nació en la Argentina en 1919, en el seno de una
familia judeo-germano-vasca. Estudió geología, carrera que no tardó en
abandonar para dedicarse de lleno a las artes narrativas que desde
temprano lo apasionaban. Se especializó en las novelas cortas de acción y
aventuras, y luego en el cómic, inventando personajes y sagas que
gozaron de popularidad hacia los años cincuentas y sesentas. Hoy en día
se le reconoce como el más grande guionista argentino de historietas.
Hacia
los inicios de esta racha creativa, publicó en 1956 una pequeña obra
titulada “Peligro en la Antártida”, bajo su casa editorial “Frontera”,
de Buenos Aires. En esta obra, parece ponerle el dedo encima al tema de
la presencia nazi en el continente antártico, sólo diez años después de
la Segunda Guerra Mundial y en las tensiones aún incipientes de la
Guerra Fría. El argumento general de la obra genera suspicacias no
gratuitas, según veremos, evocando también a las fricciones que habían
existido durante el conflicto entre alemanes y aliados por clavar la
bandera de la victoria en continente austral.
Puede
que “Peligro en la Antártida” no sea una gran novela destinada a
convertirse irremediablemente en filme. Oesterheld parece demasiado
influido por el formato del cómic, que tanto admiraba: los detalles son
pocos, las descripciones son rápidas y los hechos transcurren
fugazmente, mientras que en otras etapas hace cambios de ritmos enormes,
como al proceder a dedicarle un capítulo entero a relatar una pelea a
puños entre dos de los personajes. También hay una evidente influencia
de lo que hoy llamaríamos cultura pop norteamericana en su
relato: gringos de nombres ostentosos, casi cinematográficos, heroísmos
antológicos tipo "The Man from UNCLE". Algo curioso, si consideramos que
Oesterheld era de ideas bastante izquierdistas.
Sin
embargo, además de la entretención que ofrece al lector en
aproximadamente unas 120 páginas, “Peligro en la Antártida” parece ser
un reflejo del secreto afecto que Oesterheld abriga por el Continente
Blanco, y que también se verá representado en otras de sus pequeñas
novelas, como “Vuelve Moby Dick”. En general, parece bien documentado
sobre el territorio, e intenta compartir estos conocimientos con el
lector.

Bull
y Bob son agentes especiales del FBI, llamados a presentarse al cuartel
en New York, aparentemente un día de 1955. Allá reciben una
sorprendente revelación de sus superiores: la posición de un navío
destructor alemán perdido, el “Seeteufel”, ha sido detectada al hallarse
en Berlín documentos secretos de la Marina de Guerra Alemana. Está
atrapado en el hielo del Mar de Ross desde fines de la guerra, y los
agentes deberán partir a rescatar los secretos atómicos que se
encuentran dentro de la nave antes que otra potencia lo haga. No saben
nada más sobre el barco o de la situación de sus tripulantes.
Es
inevitable preguntarse si Oesterheld estaba al tanto de las expresiones
de personajes reales como el Almirante Byrd, quien consideraba que los
alemanes habían llegado ya a la Antártica a buscar refugio, al concluir
la conflagración mundial. Por supuesto que eran los años en que la
carrera por la Antártica aún no era adormecida por le tratado
internacional de 1959. Llama la atención un poco, además, su lenguaje
implícitamente complaciente con los alemanes (especialmente con la
aparición de un personaje extraño al final del relato), a pesar que el
autor sea de origen judío, simpatizante del marxismo y con la memoria de
la guerra tan fresca aún en la conciencia de mediados del siglo XX. Hay
casi un dejo de admiración sutil hacia el elemento militar germano,
diríamos.
Los
hombres parten en un veloz viaje aéreo hasta el continente blanco,
encontrándose allá con el Capitán Edmund Warner, quien los asistirá en
esta aventura. Warner en persona conduce un bombardero con los agentes
sobre el océano de iceberg y de pack ice, hasta que son
atacados por un extraño avión caza negro justo cuando divisan al extraño
navío alemán aprisionado por los hielos. Se precipitan cayendo a tierra
y comienza entonces la gran aventura de los protagonistas sobre los
suelos congelados.
El
barco estaba a unos quinientos metros de distancia: su silueta se
recortaba nítidamente contra el telón de fondo del promontorio azul.
Yo llevaba los prismáticos del avión de Hoyke: me los llevé a los ojos y enfoqué.
Al
principio vi todo borroso; en seguida vi con toda claridad, con
precisión que me permitió distinguir hasta los remaches, la popa del
barco.
Muchas
balas y muchos puñetazos aliñarán la historia. Hasta la violenta fauna
del mar antártico -leopardos marinos y orcas- cobra algunas líneas
sangrientas en la narración. Nada es lo que parecía en un principio: el
“Seeteufel” no estaba solo, sino en manos de un misterioso grupo de
numerosos mercenarios internacionales, “gángsteres” dirigidos por un
enorme y brutal hombre negro apodado el “Emperador”, los que se han
apropiado del navío, de la vida dentro de sus cabinas y hasta de los
uniformes de los oficiales alemanes que alguna vez los ocuparon, antes
de desaparecer misteriosamente.

La
obra tiene altos y bajos, pero las sorpresas se presentan hasta las
últimas páginas del relato, inclusive. Cada cierta cantidad de páginas,
se intercalan dibujos con pasajes del relato, evidentemente asociados a
la cultura cómic y creados por el ilustrador Eugenio Zoppi. Hay
misterios que sólo quedarán desatados al concluir la obra, siempre con
esa aura de heroicidad en los personajes tipo agente secreto James Bond,
digno de la Guerra Fría, como hemos dicho.
He
oído que también entra la sospecha de que Oesterheld pudo haber sido
influido, en su argumento, por el fracasado programa nuclear que intentó
llevar adelante el General Juan Domingo Perón en isla Huemules, pero
que acabó en un fiasco hacia 1952, cuando debió cancelarlo y admitir que
su “experto” y “sabio atómico”, el científico alemán Richter, era en
realidad un charlatán que habría engañado a la Casa Rosada.
Lamentablemente,
nunca podremos saber más sobre los orígenes y las continuidades
"antárticas" de las obras de Oesterheld, pues sus vínculos con los
“montoneros” platenses, que se vieran reflejados en lo que algunos
señalan como la politización exagerada de sus últimas obras, le costó
ser detenido durante la Dictadura Militar de la Argentina, en 1977,
perdiéndosele la huella hacia principios del año siguiente.
El
destino fatídico que a veces ronda a la Antártica, sea en el relato, o
sea en la vida real, le cobró su cuota a Oesterheld. Sus peligros no
estaban allá en los hielos, donde los inventó, sino en su propia vida.
Nunca más apareció; pero sigue siendo considerado por sus admiradores,
hasta hoy, uno de los escritores de relatos cortos más notables de la
Argentina y probablemente de América Latina.
“Peligro
en la Antártida” ha vuelto a ser publicada por Editorial Índice en la
colección “VistAventuras” (1963-1965) y por editorial Coligüe (1995).
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