SAN DENIS O DIONISIO DE PARÍS, EL MACABRO PERO VENERADO SANTO SIN CABEZA
Detalle
del retablo "La Crucifixión" del Parlamento de París, hecho por André
d’Ypres a mediados del siglo XV. Fuente imagen: corpuschristi.org.br.
Los
mártires cefalóforos o representados sin cabeza, no son raros en la
tradición cristiana, habiendo varios casos interesantes en la
iconografía católica. El martirio por decapitación, además, tiene cierta
connotación de santidad y de sacrificio de divinidad proveniente del
mundo pagano, como sucede en el mito egipcio de Osiris donde la cabeza
del dios destrozado es convertida en el Santuario de Abidos. En el
griego, en tanto, la cabeza del decapitado Orfeo ya despojado de su
lira, se va cantando por las aguas del río Hebro donde ha sido arrojada.
En la mitología irlandesa cabalga Dullahan con la cabeza en una de sus
manos, antecedente del siniestro personaje del Jinete sin Cabeza
que irá a parar después a la literatura y el cine. Dante, por su parte,
describe en sus pasajes del infierno de la "Divina Comedia" a un Bertran
de Bor también en condición de cefalóforo.
De
acuerdo al relato bíblico y crónicas como la de Flavio Josephus, Juan
el Bautista sería acaso el primer cristiano en caer bajo el martirio de
la decapitación, tras la petición de Salomé a Herodes Antipas. Le
seguirán en este trágico fin San Pablo y Santiago el Mayor. No obstante,
uno de los primeros santos cefalóforos propiamente tales fue San
Afrodisio, mártir egipcio decapitado en Languedoc, Francia, hacia el año
70, siendo representado de pie y con su propia cabeza en las manos.
Varios más tendrán esta característica en algunos de sus retratos: San
Félix y Santa Régula, al igual que su sirviente Exuperantus, sufren en
el siglo IV este mismo martirio que los vuelve santos patronos de
Zurich; el obispo Nicasio de Reims recoge su cabeza en el siglo V,
llevándola en brazos hasta el lugar de su tumba; y la cabeza cortada de
Santa Winifreda sigue hablando en el siglo VII, en lo que parece otro
vestigio del mito órfico adoptado por el cristianismo.
El
más famoso cefalóforo de todos, sin embargo, además de ser quizás el
que llega a tener el mayor grado de macabro dramatismo en sus explícitas
representaciones como santo decapitado, es San Denis o San Dionisio de
París, Dionysius en latín, cuyo nombre ha sonado insistentemente en
estos días y de forma inesperada, como efecto colateral de las noticias
sobre los crueles atentados terroristas y masacres en la comuna parisina
de Saint-Denis (adjudicadas a fundamentalistas que, coincidentemente,
se han especializado en decapitar, dicho sea de paso), bautizada así
justamente por la presencia de la principal basílica dedicada al mártir.
En sus apariciones en estatuas, relieves escultóricos y pinturas se le
observa decapitado, sosteniendo su cabeza en las manos y a veces con
detalles chocantes en la composición, como chorros de sangre brotando
del cuello cercenado. Estas representaciones siguen asombrando a algunos
visitantes de las catedrales francesas que desconocían la historia del
mártir, hasta que lo tienen a la vista.

San Dionisio en postal cristiana de 1896. Fuente imagen: johncoulthart.com.
¿Por
qué se enfatiza tanto la decapitación de San Denis de París en su
iconografía, y más que a todos los mártires cefalóforos que compartieron
su tormento? En su "Simbología iconográfica de los santos", de hecho,
Teodoro Úzquiza Ruiz lo define incluso como el santo "protocefalóforo",
adjudicándole una característica precursora en la popularización de las
historias y representaciones de personajes venerables que cargan su
cabeza entre las manos.
A diferencia de él y de otros venerados
cefalóforos (como Santa Haude, Santa Osita, San Lamberto, San Vítores de
Cerezo, San Indalecio, Santa Noyale, Santa Valeria de Limoges o San
Justo de Beauvais), figuras como la de Santa Marina de Augas Santas, por
ejemplo, pese a haber sido descabezada en el siglo II y que su cráneo
hizo surgir milagrosamente manantiales de aguas en los tres puntos donde
rebotó, no suele aparecer repetidamente así; tampoco Santa Cecilia,
representada a veces sólo con una herida circundanto su cuello como
símbolo del intento fallido de decapitarla en el siglo III; y Sixto II, a
pesar de haber sido ejecutado también en ese mismo siglo y corte de
cabeza, tampoco aparece en sus efigies con este cruento detalle como
característica. Lo mismo sucede con San Jorge, Santa Margarita de
Antioquia y Santa Dorotea, entre varios otros casos en los que se
prefiere adjuntar alguna espada que simboliza la decapitación del
representado.
La
diferencia es, pues, que la santidad de Denis o Dionisio de París está
-en gran medida- en lo que se manifestó precisamente después de ser
decapitado por los verdugos romanos, y que es aquello que intenta
representarse en sus estatuas y pinturas, para asombro de los turistas y
los visitantes que llegan a conocerlas.
Denis
o Dionisio pertenece al período paleocristiano, y no hay certeza sobre
su historia real. Era oriundo del actual territorio italiano,
probablemente de la mismísima capital romana, aunque es enviado por el
Papa Fabián (años 236 a 250) con otros seis compañeros misioneros hasta
Francia, en algún momento a mediados del siglo III. Realizando las
labores de evangelización encargadas, funda varias iglesias y
comunidades cristianas y recibe el título de Obispo de París, primero de
ellos según se asegura en la creencia, ganándose así el apodo de Apóstol de las Galias. Así lo afirma, por ejemplo, el sacerdote e historiador del siglo VI Gregorio de Tours, en su "Historia de los Francos".
Estatua de San Denis, hecha por Antoine Le Moiturier en el siglo XV.
Sin
embargo, Denis es apresado durante persecuciones que algunas fuentes
adjudican al Emperador Aureliano, aunque las evidencias históricas
respaldan más bien la idea de que los cristianos recurrían a su figura
muchas veces para resolver disputas intestinas. Si la fecha del año 272 a
veces señalada es la correcta de su muerte, sabemos que es cierto que
Aureliano venía conduciendo su reforma religiosa en aquellos días para
restaurar el mithraísmo solar como culto principal y que fue, además, la
época en que los romanos marchaban hacia el Asia Menor, preparando
también la recuperación de los territorios galos. Sin embargo, las
persecuciones que habían sido reiniciadas por Decio hacia el año 250,
llevan a otras fuentes a suponer con más ajuste que la muerte de Denis
debió ocurrir hacia el 252, cuando es disuelta la comunidad cristiana de
Lutetia de la que el mártir y sus amigos habrían formado parte. La gran
cantidad de convertidos que había logrado Denis entre paganos e incluso
sacerdotes romanos, además, llevaba rato ya poniendo en alerta al
gobernador de París.
Detenido
Denis con sus colaboradores y amigos el sacerdote Rústico y diácono
Eleuterio, en alguna parte de la actual Montmartre o de la Isla de la
Cité (tampoco hay claridad sobre su sitio de cautiverio), los tres
hombres serían martirizados en un sitio que coincide con la comuna que
lleva su nombre en París. Se los condenó a morir ejecutados por
decapitación en la colina que sería llamada, aparentemente por lo mismo,
Mons Martyrum (Monte de los Mártires), correspondiente a
la actual Montmartre, si bien opiniones versadas consideran que el
origen toponímico exacto sería desde la denominación Mons Mercurii et Mons Martis (Monte de Mercurio y Monte de Marte).
Se ha propuesto que existía allí un centro ceremonial o un santuario
druida, justo en el lugar de la ejecución o cerca del mismo.
Y es aquí, en el episodio del martirio del santo, donde está la explicación para la santidad cefalófora que se adjudica a Denis.
Cuenta
la leyenda que el obispo, al ser ejecutado de esta violenta forma, no
murió en forma instantánea... De acuerdo a la descripción que hace del
caso el Abad Halduino o Hilduino, en "Vida de San Dionisio", tras varios
intentos de darle muerte y ejecutada la decapitación, el cuerpo del
mártir se puso de pie, recogió su propia cabeza echándosela debajo de un
brazo y comenzó a caminar. Halduino, muerto hacia el año 840, si bien
es una fuente que hace eco muy posterior de la leyenda sobre el
personaje, conocía bien la tradición sobre el santo: era el sacerdote
encargado del Monasterio de San Dionisio en París, por lo que su
relación con ella es directa. Existen varias otras fuentes tratando la
historia del mártir, como las posteriores obras "Legenda aurea" de
Jacobo de la Vorágine" y "La Vida de los Santos" de Alban Butler, además
del manuscrito ilustrado de 1317 "La Vida de San Denis" que perteneció
al Rey Felipe V, pero la fuente del Abad parece ser tomada como la
principal referencia de todas.

Postal religiosa de San Dionisio. Fuente imagen: imeimage.com.

"Martirio de San Denis, San Eleuterio y San Rústico", por Pierre II Mignard (siglo XVIII)

Grabado de Cavalieri basado en una obra de Pomarancio, mostrando el martirio de San Denis el cefalóforo.
Según
el religioso y cronista, entonces, al obispo (cuya edad informa en 92
años) trataron de ejecutarlo primero arrojándolo a los leones, pero él
los calmó con la señal de la cruz. Luego, intentaron quemarlo vivo en la
hoguera, también sin conseguirlo pues parecía inmune a las llamas; y
luego lo crucificaron, pero él seguía allí sin mostrar dolor y hasta
arrojando bendiciones y plegarias desde su calvario. Sólo entonces y
tras todos estos fracasos, se decidió cortarle la cabeza y así lo
hicieron, pero unos ángeles se aparecieron al decapitado cantando el
himno "Gloria tibi Domine, aleluya", y el cuerpo comenzó a moverse.
Cargando
su cabeza, entonces, en la leyenda San Denis bajó del monte y caminó
cerca de 6 millas atravesando casi todo Montmartre por un viejo sendero
que coincidía con la posteriormente llamada rue des Porcherons, que después sería rebautizada en su honor como rue des Martyrs
(calle de los Mártires). Asombrando y causando pánico a los testigos,
habría llegado predicando sermones hasta un lugar en donde una noble
dama de ascendencia romana, llamada Casulla, venciendo el miedo y la
impresión recibió la cabeza de sus manos. Seguida y finalmente, el
cuerpo sin cabeza se desplomó en el mismo lugar.
En
el punto exacto donde Denis murió entregando su cabeza, fue sepultado
(tras recuperarse su cuerpo arrojado al río Sena, según una versión)
apareciendo así, de manera casi espontánea, un cementerio cristiano en
el lugar que se convertiría con el tiempo en camposanto de los reyes
franceses. En su mausoleo o cripta, Santa Genoveva hizo construir un
pequeño templo entre los años 450 y 460, adquiriendo terrenos vecinos al
recinto para este propósito con ayuda de los devotos parisinos. No
obstante, el primer documento conocido mencionando el singular episodio
de su martirio data de alrededor del año 600 y, titulado "Passio SS.
Dionysii, Rustici et Eleutherii", se ha creído obra de Venancio
Fortunato, dato que sería totalmente inexacto según los expertos. Otro
dato interesante es que Pierre Aberlard, escritor del siglo XII,
proponía en su "Historia calamitatum" que el verdadero fundador de aquel
monasterio pudo haber sido en realidad un tal Dionisio de Corinto que
es mencionado por Eusebius, idea que no cayó bien en los devotos de San
Denis.
El
templo se amplió en los siglos que siguieron, cuando los cuerpos de
Denis, Rústico y Eleuterio fueron trasladados hasta un lugar especial en
su interior. Y si bien este dato de tan temprana veneración por el
mártir con templo propio no es suficiente para "demostrar" la virtud que
se le habría adjudicado al ser capaz de caminar decapitado por la
antigua París, al menos confirma que alguna fama particular relacionada
con la santidad debió haber tenido el personaje Denis o Dionisio desde
el momento de su muerte, creciendo rápidamente el culto. Los ejércitos
franceses adoptan su nombre como eslogan de guerra, al grito de: "Montjoie! Saint Denis!",
consagrando sobre su cripta la bandera de la oriflama que será todo un
símbolo nacional para Francia, y volviéndose su santo patrono junto a
Santa Genoveva.

"Martirio de San Denis", de Leon Joseph Florentin, 1880.

Representación de San Dionisio de París, en pintura de la Capilla de Ellmeney. Fuente imagen: seniorbook.de
Canonizados
así los mártires Denis, Rústico y Eleuterio, su culto se extendió con
rapidez especialmente después del año 754, cuando Esteban II lleva a
Roma su devoción. Su fama de santidad sería exportada desde entonces,
aunque con algunas confusiones y errores de crónicas que persisten hasta
nuestros días. A raíz de libros apócrifos traídos por Luis el Piadoso
en el siglo IX y de alteraciones que se suponen deliberadamente
producidas sobre su hagiografía en el siglo XII por el Abad Suger de
Saint-Denis, mismo que hiciera remover sus reliquias en la
reconstrucción del altar del templo parisino, se presentó a San Denis
como un personaje muy anterior a su época y que habría sido discípulo
directo de San Pablo, asistiendo en persona a sus sermones y a los de un
pretendido colaborador suyo llamado Hieroteo. Este engaño ha traído
como otra consecuencia que San Denis o Dionisio de París sea confundido
con el obispo ateniense del siglo I Dionisio Areopagita, y a veces
también hasta con Dionisio de Alejandría, precursor de la iglesia copta
en el siglo III, o con Pseudo-Dionysius el Areopagite del siglo VI.
La fiesta del llamado Santo sin Cabeza
se celebra el 9 de octubre de cada año. Hay indicios de que se
festejaría desde el año 800 cuanto menos, pero sólo en 1568 fue
formalmente incorporada al santoral por el Papa Pío V. Es una de las más
importantes fiestas de la Iglesia Anglicana de Canadá y del calendario
católico de Valencia, donde se lo considera patrono protector de los
pasteleros y de los enamorados, por lo que es tradición regalarse como
símbolo de amor un saquito o pañuelo con dulces de mazapán, que los
valencianos denominan Mocadorà de sant Dionís y que en tiempos
más actuales ha ido evolucionando también a presentaciones en
canastillos, fuentes o bandejitas decoradas. Oficialmente, se lo
considera uno de los 14 santos ayudantes intermediarios de la Iglesia
Católica, capaz de contrarrestar las jaquecas y dolores de cabeza,
además de combatir las posesiones diabólicas.
En
el siglo VIII el templo de San Dionisio de París iniciado por Santa
Genoveva, fue reconstruido y reemplazado por uno mayor. Sin embargo, la
línea definitiva comienza a adquirirla tras la demolición y
reconstrucción iniciada en el siglo XII, levantándose lo que sería la
hoy conocida y turística Basílica de Saint-Denis, que extiende su nombre
a toda la localidad de Saint-Denis donde se encuentra... Tan cerca del
lugar donde la violencia de un mundo brutal y despiadado arroja ahora
nuevos e infelices mártires para seguir mojando de sangre y muerte el
hilo de tiempo, hasta nuestra época.
Comentario recuperado desde el lugar de primera publicación de este artículo, en el sitio URBATORIVM:
ResponderEliminarUnknown28 de marzo de 2017, 02:21
Muy bien! También me gustaría que hablaran de la obra de León de Bonnat quien pinto su martirio...Gracias!
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