¿QUIÉN FUE EL PRIMER HUMANO “NATIVO” ANTÁRTICO?
Imagen de la pequeña Solveig en la planta
faenadora de ballenas de Grytviken, en 1916.
Nota: artículo del año 2008. Trasladado hasta acá en 2022.
Joaquín Edwards Bello invitó en varias ocasiones a desconfiar
incluso de las fuentes que presumen de revisión exhaustiva de la
información. Todos hemos pasado por esa experiencia de fe
seguida de decepción, alguna vez.
La escasa credibilidad que los académicos le reconocen a
experimentos de enciclopedias libres de Internet, por ejemplo,
parece confirmar los temores del escritor, quien en la famosa
recopilación de 1966 titulada “El Subterráneo de los Jesuitas”
(editorial Zig Zag), advierte que en las páginas 857-858 del Tomo V de
“The New General Encyclopedia” de 1939
aparece señalado el reloj más grande del mundo en Santiago de
Chile, “en un cerro que se eleva sobre la ciudad a mil
pies de altura”. La verdad es, sin embargo, que jamás ha
existido en Santiago una pieza de tales características.
En la misma senda de la parcialidad o del error
convertidos en realidades por el poder de la imprenta, se asegur que el
famosísimo Libro Guinness Récords reconoció a un
ciudadano de origen argentino como el primer “nativo” antártico
registrado: Emilio Marcos Palma, nacido el 7 de enero de 1978 en
el fortín “Sargento Cabral” de la base antártica argentina
“Esperanza”, levantada hacia 1952 cerca en el norte de la
Península, en bahía Esperanza. Los chovinismos tan propios de
nuestros pueblos latinoamericanos han hecho el resto, para
sentar este mito como algo cierto e irrefutable.
A mayor abundamiento, Palma nació allí en medio de un plan de
reafirmación de las pretensiones antárticas del Gobierno de la
República Argentina y casi en el inicio de la crisis del Canal
de Beagle, durante el último período de regímenes militares de
ese país. A partir de 1977, se había iniciado el traslado de
varias parejas hasta un pequeño refugio, para empezar la cuenta
de nacimientos argentinos en el Continente Blanco,
implementándose para ello una sala de partos con personal
especialmente preparado.
Así, tras llegar al mundo Emilio
Marcos, se produjeron seis o siete nacimientos más de niños en
la Base “Esperanza”, muy celebrados como los “primeros” partos
humanos antárticos registrados. La propaganda gubernamental se
encargó de extender esta idea por todo el resto del planeta.
Como hay una evidente artificialidad en la situación, sin
embargo (nacimientos prácticamente planificados en el lugar),
hace años publicamos en la red un desaparecido artículo donde
nos permitimos hacer la observación de que los nacimientos de
niños chilenos en villa “Las Estrellas” de isla Rey Jorge, a
pesar de haber sido posteriores (tres nacimientos, de 1984 a
1985), tenían la característica de ser también hijos de familias
residentes de largo plazo y miembros del primer grupo de colonos
formalmente instalados en la villa, no trasladados sólo de paso
para estadías demostrativas, como se aseguró alguna vez en
Argentina, en momentos de tensión diplomática. Eso, por
supuesto, no quita mérito alguno a lo sucedido con los
nacimientos argentinos de la década anterior.
Empero, soy de los que piensa que la discusión sobre el primer
nacimiento antártico es totalmente anodina e inútil a esas
alturas, a pesar de lo que fuentes sensacionalistas y con mal
enfocado patriotismo -presumiendo de objetividad- sigan
repitiendo hasta nuestros días. ¿Por qué?
Bien, sencillamente porque Emilio Marcos Palma no es ni
ha sido el primer nacimiento del que se tenga
noticia en el radio continental y oceánico antártico; por lo tanto,
tampoco lo es ninguno de los que le sucedieron en la carrera por
clavarle banderas soberanas a los fluidos amnióticos que
quedaron abandonados en el continente helado.
El verdadero primer nacimiento de toda la historia de la
humanidad en territorio de rango antártico, sucedió mucho, mucho
antes de 1978: es el caso de la niña Solveig Gunbjörg Jacobsen,
nacida el 8 de octubre de 1913 en la Georgia del Sur, del Reino
Unido. Su caso es el verdadero primer nacimiento dentro del
radio antártico del que se tiene registro, a pesar de los
intentos de "matizar" que hacen algunos autores, para restarle
valor y no herir nacionalismos.
A mayor abundamiento, Solveig era hija del ciudadano de origen
noruego Fridthjof Jacobsen, quien se había establecido en la
isla hacia 1904 como empleado administrativo de la planta de
Grytviken de la Isla San Pedro, donde operaba la Compañía
Argentina de Pesca S.A. (de capitales noruegos) con una estación
de faenas. Según Robert K. Headland, uno de los escritores que
documenta este interesantísimo caso en “The Island of South
Georgia” (Cambridge University Press, 1984), el funcionario
también ocupó el cargo de director de esta planta entre 1914 y
1921.
El nacimiento de Solveig fue registrado por el oficial judicial
representante del gobierno británico de Georgia del Sur, James
Wilson. Por estas y varias otras razones, no sé cómo ha pasado tan inadvertido, más aún si ella siguió viviendo en la Argentina ya de adulta.
Es más: también aparece señalado un segundo hijo de su
madre Klara Olette Jacobsen, pues la niña habría tenido un
hermano en la isla. También existe una fotografía tomada por el
magistrado destacado en King Edward Point, llamado Edward Binnie,
en 1916. Aparece la niña junto a un perro y con una de las
ballenas cazadas a sus espaldas, rodeada de trabajadores
mientras es arrastrada hacia las instalaciones de la planta.
Por supuesto que los pocos publicistas que conocen el caso y la solidaridad
hispanoamericana por el mito del “primer nacimiento” en los
setenta, intentan desacreditar la trascendencia del caso de
Solveig G. Jacobsen alegando que la Georgia del Sur está fuera
de la masa continental antártica y no pertenecería al continente
propiamente dicho. Craso error: la islas Georgias están situadas
entre los paralelos 54° y 55°, en aguas de influencia antártica
y en masas de territorio insular que la propia Argentina
considera tales, según el fundamento geopolítico de sus
declaraciones de intereses sobre las islas Falkland o Malvinas
(más al norte que las Georgias, dicho sea de paso) y la
proyección que hace desde estas hacia el territorio antártico
que también considera propio de acuerdo a la doctrina defendida
por los principales autores platenses al respecto, como Alfredo
Rizzo Romano.
Por otro lado, según aquella visión que no reconoce
titularidad continental a las islas, tendríamos que afirmar, por
ejemplo, que Cristóbal Colón jamás llegó a América en 1492, pues
sólo a partir de su tercer viaje al Nuevo Mundo tocó costas
continentales. En las ocasiones anteriores, sólo lo hizo en las
islas del Caribe.
Por otro lado, es preciso destacar que la Georgia del Sur está a
sólo unos cinco grados al Norte del llamado Océano Antártico,
que comenzaría formalmente en el 60º; y de las islas Orcadas,
precisamente sobre las cuales la Argentina funda sus intereses
antárticos luego de haber instalado en ellas la primera base
científica permanente, en 1904. Es decir, en la denominada
“Convergencia Antártica” del hemisferio austral, el radio
antártico como tal.
No tendría dudas, entonces, con el perdón de mis amigos
argentinos: la niña fue primera persona en nacer dentro del
territorio de identificación antártica, aunque este no haya sido
continental.
Entiendo que Solveig,
posteriormente, residió en Buenos Aires, en donde falleció en 1996
poco después de cumplir los 83 años de vida, siendo repatriados
sus restos hasta Noruega. Su caso
ha comenzado a ser reestudiado muy recientemente, en el contexto del
Año Polar Internacional de 2007-2008. El primer efecto de esta
revisión es que el nacimiento de 1978 ya es considerado en los
nuevos documentos y reseñas sólo como primero “en el
continente”, reportando el de isla Georgia del Sur como
anterior y dentro de la "Convergencia Antártica".
Sin duda que el nacimiento de Solveig no tiene la
espectacularidad ni es tan austral como los casos argentinos,
seguidos después de los chilenos; pero el respeto estricto a los
hechos históricos, más allá de la propaganda, de las pasiones
patriotas y de las idealizaciones, exige reconocer en el caso de
la niña noruega nativa de isla Georgia del Sur al verdadero
primer nacimiento reportado en territorios de identidad
antártica.
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