LA VERDADERA “MOBY DICK”: UNA PESADILLA DE LAS COSTAS DEL SUR DE CHILE
Fuente imagen:
efimera.org
Nota: artículo del año 2008. Trasladado hasta acá en 2022 sin actualizaciones.
Cuando el famoso cantante Richard Melville Hall, alias Moby, estuvo en
Chile a mediados de septiembre de 2005, en la conferencia de prensa dada
a su llegada los periodistas -con ese complejo de inferioridad tan
propio de la insularidad mental chilena- le preguntaron qué conocía del
país. Moby respondió que el General Pinochet era la única referencia que
tenía sobre nuestro chorizo trazado en los mapas del Cono Sur.
Me sorprendió su respuesta. Esa misma noche, en una regada reunión
“social”, me salió al paso el tema de la presentación del músico y
comenté allí que no podía creer que Moby desconociera que el nombre
artístico que él usa y que tomó de la famosa novela “Moby Dick”, escrita
por su tatarabuelo Herman Melville (1819-1891), está inspirado en una
ballena que habitó las costas de Chile, inspirándose en ella para la
creación de la obra. Por desgracia, luego del comentario, se produjo un
largo e incómodo silencio en el que los presentes me miraron con cara de ¿qué está hablando este h**vón? (para variar).
No puedo culpar a Moby por su desliz, entonces. Tiene mi consentimiento
para desconocer todo lo que se relacione con éste, nuestro país,
habitado por una mayoría que ignora no sólo al origen de la leyenda de
la ballena más afamada de todas las reales o imaginarias, sino que
también están convencidos que la historia nacional empieza en 1973.
En aquellos días poco y nada podía encontrarse en castellano en la
internet sobre Mocha Dick, la verdadera ballena blanca que
inspiró a Melville, por lo que quedé catalogado de mitómano hasta que,
por una feliz coincidencia, dos semanas después un reportaje de un
diario; salvada, más que mi credibilidad, la memoria de la leyenda de
los mares del Sur de Chile, va pasando desde por allí al wikipedia
y a varias otras fuentes de las que ahora flotan en el universo de la
bite-virtualidad global (ver, por ejemplo, una nota titulada “Moby Dick,
la ballena mapuche”, de Camilo Taufic, “La Nación en Domingo” del 25 de
septiembre de 2005).
LOS SÍMBOLOS DE MELVILLE
La novela de Melville fue publicada en los Estados Unidos cuando el
autor recién superaba los treinta años, en 1851. Los biógrafos del
escritor dicen que este trabajo no fue un gran flash literario, sino
hasta unos años después, cuando comenzó a adquirir la notoriedad de la
que goza hasta hoy llegando a convertirse en un clásico universal.

Aunque
está asociada a la tradición ballenera de cazadores norteamericanos e
ingleses, es algo reconocido el acierto de Melville al tener el buen ojo
de armar su tripulación del navío “Pequod” con un surtido de personajes
provenientes de distintos rincones del mundo, algunos totalmente
exóticos, con lo que se garantizó parte del interés que sigue generando
la novela en todas las culturas, al punto de convertir a Moby Dick en un
símbolo mítico más que en una imagen literaria. La misma nave había
recorrido todos los océanos del planeta tras la maligna ballena, antes
de terminar destruida por ella.
En la precepción vulgar y profana, o mejor dicho en el cliché (de la
contracultura y hasta de la tribu urbana), es el color negro el que se
ha asociado a la maldad y a la oscuridad, además de su connotación de
luto. Sin embargo, de las novelas con escenarios antárticos, por
ejemplo, como las escritas por Poe, Lovecraft o Campbell, se desprende
que el blanco convive perfectamente con la más tenebrosa y sombría
oscuridad, resultando tan activo en la maldad como sería el negro
absoluto. El luto en algunas comunidades asiáticas primitivas, por
ejemplo, es el blanco, y ya hemos visto textos donde se estudia también
este concepto del
albo maligno en la literatura sobre la Antártica (buscar
"El Mito de la Antártica", de Sergio Fritz Roa).
Y es otro acierto de Melville, entonces, haber representado a la maldad
más fatal y sanguinaria en la figura de una ballena blanca de
proporciones colosales, como se ha hecho notar en el arte asociado o
derivado del relato, especialmente la versión fílmica.
Si bien la historia escrita por Melville no tuvo un gran éxito
comercial, como hemos dicho, sucedió lo que a casi todas las aventuras
más trascendentes de la literatura universal: terminó siendo una
alegoría de la lucha entre el bien y el mal. Hoy es, como su autor, todo
un icono de la novelística norteamericana, con versiones en el cine y la
animación.
LA VERDADERA “MOBY DICK” ERA CHILENA
Decía el científico germano Herbert Wendt, que los relatos de ballenas
monstruosas y violentas son tan antiguos como la navegación misma,
figurando en observaciones de Olaus Magnus y Gesner, pero permaneciendo
más tiempo en los reinos de la fantasía más que de la zoología. De
hecho, la temible orca no fue bien conocida y descrita sino hasta 1841,
muy cerca de los años del nacimiento editorial de Moby Dick, pasando en
la mayor parte de nuestra historia en la penumbra del conocimiento a
medias.
Fue una de esas extrañas bestias surtidas y habitantes del legendario
oceánico, llamada
Mocha Dick, a pesar de que algunos creen que ambas ballenas son
mitos-historias paralelas.
Como sea, una ballena blanca aparentemente inspiró a su reflejo
literario en la novela de Melville habitaba en aguas situadas en las
costas de la Araucanía en el siglo XIX, en la proximidad de la isla
Mocha (de ahí su apodo), más o menos a unas 15 millas al Oeste del
sector de Tirúa, casi en el límite de las aguas entre las regiones del
Biobío y de la Araucanía.
La leyenda dice que Mocha Dick era probablemente albino, pero
caracterizado sobre todas las cosas por una violencia y agresividad
descomunales, que aterraron a los marinos. Se cuenta en los relatos de
testigos que lanzaba enormes choros de agua al aire y se arrojaba con
todo su enorme volumen sobre barcos y botes, convirtiendo en un trágico
desastre todos los intentos de cazarla.
Mocha Dick sólo pudo ser capturado tras cerca de 40 años de
enfrentamientos con los cazadores de ballenas. Se le encontraron
alrededor de 17 arpones clavados en su lomo, casi tal cual como a la
ballena de la novela de Melville, lo que evidencia la formidable
capacidad de lucha que tuvo este cetáceo monstruoso, similar al de su
reflejo en la fantasía narrativa.
¿CÓMO SE ENTERÓ MELVILLE DE MOCHA DICK?
Melville pudo haber conocido esta historia muy probablemente en su paso
por Chile. Siendo muy joven, se integró a la tripulación de un ballenero
norteamericano que operó en aguas del Sur luego de zarpar desde la costa
Oeste de su patria y enfilar proa hacia Chiloé y el Cabo de Hornos.

También existían registros anteriores de su existencia, previos a este
enfrentamiento, pero Reynolds informa sobre cómo fue capturada más tarde
y reporta los varios arpones que se le encontraron clavados, como
registros de intentos anteriores por capturarla.
Según entendemos, el sorprendente artículo de la “Knickerbocker” fue
republicado por la misma revista en 1846, en formato de folleto, poco
antes de que Melville comenzara a escribir “Moby Dick” publicada en
1851, por lo que se conjetura que habrá leído la historia en esta
segunda edición.
No será la única memoria de ataques en el Pacífico Sur, sin embargo. De
hecho, existiría un caso registrado en Nantucket, Massachusetts, donde
un ballenero fue destruido por un cachalote, salvándose ocho de los
tripulantes. También se presume que Melville tomó elementos de este
incidente para dramatizarlos en su libro.
LA TRÁGICA AVENTURA DEL “ESSEX”
Existe otra referencia espeluznante sobre la posible inspiración de
Melville para concebir a esta bestia de altamar, especialmente en la
parte final de su obra: la epopeya de la tripulación del “Essex”, velero
ballenero comandado por el Capitán Pollard, que fue destruido en una
terrible batalla con un cetáceo misterioso “grande como nunca se
había visto”, hacia 1820 y supuestamente frente a las costas de
Valparaíso. La historia fue reconstruida en un reportaje de la “Revista
del Domingo” (diario “El Mercurio” del 3 de julio de 1988),
reapareciendo mencionada en un artículo de la “Revista de Marina”
publicada en Valparaíso en 1997 por el Vicealmirante Jorge Sepúlveda.
Tras meses de penurias abandonados en el mar, uno de los tres botes de
los náufragos del “Essex” llegó cerca del archipiélago de Juan
Fernández, donde pudieron ser rescatados. Otro fue encontrado cerca del
Golfo de Arauco; pero el tercer bote nunca apareció.
En este calvario, para poder sobrevivir los infortunados incluso habían
recurrido al canibalismo, la necrofagia y sorteos para asesinar al
próximo que sería devorado, algo que resulta sospechosamente parecido a
lo que Edgar Allan Poe escribe en una parte de su novela “Las Aventuras
de Arthur Gordon Pym” y que parece basarse en esta misma tragedia. Gracias a
los sobrevivientes, como Owen Chase, autor de "Narrative of the Most
Extraordinary and Distressing Shipwreck of the Whale-Ship Essex" en
1821, la historia pudo salvarse del olvido y hoy es conocida con los
grandes detalles que permiten deducir la inspiración de Melville sobre
la misma.
La mejor fuente de la aventura del “Essex”, sin embargo, apareció en los
sesentas en un manuscrito oculto en un baúl de uno de los partícipes, el
ex marino Thomas Nickerson, mientras era escarbado por su descendiente
Ann Finch. En 1980, lo puso a disposición del Museo de Nantucket, centro
internacional de afortunadamente ya casi desaparecida actividad
ballenera. Desde allí pasó al conocimiento histórico.
Según el documento autobiográfico mencionado en el artículo de la
"Revista de Marina", Nickerson se integró al “Essex” con sólo 14 años en
la temporada ballenera de agosto de 1819. Tras pasar por el Caribe, van
al Cabo de Hornos y cazan ballenas en aguas frente a Chile, partiendo
desde allí a las islas Galápagos. Volviendo hacia el sur, sin embargo,
el 20 de enero del año siguiente divisan un cachalote o spem whale
de enorme tamaño, que se arroja violentamente contra el navío
embistiéndolo hasta destruirlo, por lo que los hombres se ven obligados
a escapar en tres botes.
El documento confirma que fueron rescatados sólo el 15 de febrero de
1821, tras pasar por la isla Henderson (islas Pitcairn), llegando a la
proximidad de Juan Fernández y a 3.700 millas del lugar del ataque. Al
ser encontrados, fueron llevados a Valparaíso.
El investigador histórico Germán Munita ha detectado registros relativos
no sólo a la aventura del “Essex”, sino a otros casos de alrededor de
1810, en la Capitanía del Puerto de Valparaíso, que denunciaban estos y
otros hechos violentos de avistamientos o enfrentamientos con un
cachalote blanco en costas chilenas, especialmente en isla Mocha.
VERSIÓN DEL CINE Y OTRAS OBRAS RELACIONADAS
La novela de Melville ha contado con muchos referentes adicionales y
refuerzos seculares a su publicidad y difusión. La imagen del cachalote
tampoco es azarosa ni exclusiva, siendo su aspecto temible la misma
razón por la que Frank T. Bullen tomó a estos cetáceos en particular
para su propia novela: "The Cruise of the Cachalot", perpetuando el mito
iniciado con Moby Dick. También aparecerá en esta misma línea "Cachalot",
relato de Alan Dean Foster.
Pero el más importante de todos los refuerzos a la leyenda del cachalote
blanco de Melville, sin duda es la famosa versión cinematográfica de la
novela, de 1956, dirigida por John Huston con el guión adaptado por el
entonces joven escritor Ray Bradbury, que llevaba cuatro o cinco años
libreteando para el cine antes de convertirse en un referente mundial de
la literatura de ciencia-ficción. Bradbury escribió, de hecho, una
especie de secuela para la historia de Moby Dick, titulada "Green
Shadow, White Whale", que vio la luz muchos años después del filme.
Nos concentramos fundamentalmente en la versión fílmica de Huston, ya
que otras obras no han tenido tanta trascendencia. La película "Moby
Dick" de 1930, dirigida por Lloyd Bacon y con John Barrymore en el papel
de Ahab, nos parece sólo una adaptación totalmente libre de la novela
original. Además, las versiones posteriores a la de Huston, sólo han
funcionado como
remakes, o al menos así han sido percibidas por la crítica.
Correspondió al actor Gregory Peck encarnar en magistral rol al Capitán
Ahab en el filme de Huston, ese personaje en parte pirata y en parte
guerrero obsesionado con dar muerte al engendro albo. La imagen de este
capitán
pata de palo y de largo abrigo quedó grabada a fuego en la
iconografía del mito, repitiéndose casi tal cual en otras
representaciones, como cómics, ilustraciones artísticas y actuaciones
especiales dentro de la "cultura Moby Dick".
A todo esto, a toda esta producción artística sobre el "Essex" se suman
el mencionado libro de Poe y la continuación de éste, "La esfinge de los
hielos", escrito por Julio Verne a fines del siglo XIX.
Cabe indicar, además, que
el autor argentino
Héctor G. Oesterheld, autor de "Peligro en la Antártida", escribió
bajo el seudónimo de
Patrick Hanson una suerte de pequeña segunda y más ligera parte
de la novela de Melville, titulándola "Vuelve Moby Dick". En esta obra
de 1957, hoy casi desconocida, se empuja la historia del cetáceo más
cerca del mito polar, por lo que dedicaremos a futuro alguna pequeña
mirada a tal obra.

La caza de ballenas, tal cual se practicaba en la época de Mocha Dick.
Éste grabado corresponde a una publicación de New York de 1841.
LEYENDA MAPUCHE SOBRE LA BALLENA BLANCA
La leyenda de la ballena Mocha Dick causó pavor entre balleneros
de Europa y de los Estados Unidos que operaban en dicha zona, no muy
distintos de los que se han descrito en la obra de ficción. Al parecer
era un cachalote, tal como se representa habitualmente a Moby Dick... ¿O
algo más?
Tanto o más sorprendente que las evidencias históricas, resulta ser la
presencia de una leyenda mapuche que parece confirmar en el citado
artículo de "La Nación" la presencia de uno o más cetáceos blancos en
los alrededores de isla Mocha: “Trempulcahue” o "Trempilcahue", entre otros nombres.
La leyenda fue mencionada en la "Historia General del Reino de Chile",
por el jesuita y cronista colonial Diego de Rosales, hacia 1660. El
historiador chileno, rector de la Universidad de Temuco y veterano de la
Guerra del Pacífico, Tomás Guevara, la rescató desde el texto de Rosales
hacia 1898.
Según este relato mítico del folclore mapuche, existían cuatro ballenas
blancas o “Trempulcahue” que llevaban el espíritu de los muertos
hasta el "Ngill chenmaywe", fantástico lugar asociado a la isla
Mocha. Estas ballenas, a su vez, habrían sido almas de mujeres ancianas
transformadas en cetáceos, que actuaban al empezar el alba del día, sin
poder ser vistas jamás por los hombres vivos.
Según Rosales, para cada espíritu de un difunto debía hacer una ofrenda
en piedras de color azulino llamadas “llancas” en torno al cuerpo,
piedras “que son sus diamantes”, así de cotizadas en su sociedad.
Así, también quedaba pagado el servicio de un barquero que se llevaría
al muerto, según la versión huilliche de la leyenda.
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