EL MUSEO CRISTIANO DE LA ULTRATUMBA: LA INQUIETANTE COLECCIÓN DEL PADRE JOÜET SOBRE LAS ALMAS DEL PURGATORIO
La salita de la exposición: un pequeño lugar con un enorme misterio.
Coordenadas: 41°54'15.48"N 12°28'20.35"E
"Anda al Museo de las Ánimas del Purgatorio, es impresionante...",
escribió María Isabel en su correo cuando supo que me encuentro por
estas tierras de la capital italiana, adjuntándome la ubicación de tan
singular exposición: en una sala de la Parroquia del Sagrado Corazón en
Prati, conocida acá como la Iglesia del Sacro Cuore del Suffragio,
en Lungotevere Prati 12. Tiempo que no recibía tan buen consejo, y
además está justo en mi ruta del domingo 1° de noviembre, precisamente
el original Día de los Difuntos después trasladado al día 2 (y
convertido en Todos los Santos), pues partía temprano en esa jornada con
una ceremonia en San Lorenzo de Panisperna y seguía desde allí al
Castillo de San Ángelo, a sólo dos cuadras y algo más de este sitio.
Me
he tomado la tarea de investigar sobre este curioso lugar y su muestra,
como es mi obligación de buen andariego. Advierto desde ya que, como
era de esperar, mientras unos la consideran demostración categórica de
la existencia de una instancia de conciencia del alma humana después de
la muerte, particularmente del Purgatorio descrito por el Magisterium Ecclesiae
católico, otros creen que se trató sólo de un montaje bien urdido en
tiempos de mayor influencia religiosa sobre la sociedad y en plena moda
del espiritismo, para encontrarle financiamiento al proyecto de
construcción de la parroquia donde se encuentra la colección.
El templo y la parroquia están de cara al río Tevere. Popularmente, era llamada la Pequeña Catedral de Milán por
su parecido con ella, aunque siendo menor tamaño. Es reconocible por
ser uno de los escasos referentes de la arquitectura gótica en Roma, o
más bien neogótico en este caso; y aunque reservaré una futura entrada
para esta bella iglesia, es necesario advertir acá que su primer
edificio fue levantado luego de que, hacia 1893, el sacerdote francés
Víctor Jouët (1839-1912), natural de Marsella y muy importante en esta
historia, comprara los terrenos junto al río gracias a limosnas,
colectas y aportes de fieles, iniciando el proyecto de construcción del
centro religioso dedicado a Jesús y a la Virgen María, con autorización
del Papa León XIII. Según la creencia, en este terreno era frecuente
encontrar calaveras y otros huesos humanos, testimonios de antiguas
batallas y enterramientos, lo que -de alguna forma- habría hecho
predestinado el lugar a la relación con los difuntos.

Poco
después de terminados los primeros trabajos, en 1897 (la fecha exacta
pasea en las fuentes entre el 2 de julio, el 15 de septiembre y el 15 de
noviembre, pero apuesto a la segunda) se produjo un incendio en la
Capilla de la Virgen del Rosario allí dispuesta, que no llegó a ser
grande aunque el folklore ha ido magnificándolo en la tradición. La
leyenda dice que el propio cura francés estaba rezando frente al altar
cuando la llamita de un cirio alcanzó el marco de madera del cuadro de
la Virgen María o alguna de las cortinas, iniciándose el fuego en esta
capilla que se encontraba en un punto intermedio entre donde está el
actual edificio de la iglesia y la casa religiosa de la parroquia.
Grande
fue la sorpresa del párroco y de los feligreses cuando, controlado ya
el siniestro, advirtieron que en una pilastra del marco de la capilla
las llamas y el humo habían dejado estampada una extraña figura con
forma como de rostro sufriente, angustiado, con una aparente expresión
de dolor que conmocionó a los testigos llevándolos a interpretar el
suceso como un cuasi milagro. Bien fuese una mera pareidolia o una
espeluznante intervención desde el Más Allá, el Padre Jouët quedó
tan impactado con la aparición del muro que la estimó el intento
desesperado de un alma del Purgatorio por comunicarse con el mundo de
los vivos, alertando de su incapacidad de descanso eterno.
La
noticia corrió por Roma gracias a los testigos y la gente llegó en masa
peregrinando hasta la capilla, para presenciar el insólito suceso. El
sacerdote francés hizo fotografiar y retratar la silueta, en tanto, y
comenzó a investigar afanosamente sobre los reinos de la ultratumba,
convencido de que que había más casos en que los muertos intentaban
comunicarse con el Más Acá a través de esta clase de
intervenciones. Inició, así, la quizás primera y breve cruzada
casuística que alguna vez se haya intentado para reunir pruebas sobre la
existencia del Purgatorio. Y no sólo eso: entusiasmado con el campo de
trabajo que se le abría, Jouët decidió salir de Italia e iniciar una
extraordinaria peregrinación por Europa, especialmente Francia, Bélgica y
Alemania, entrevistando testigos y recolectando cuanta información le
apareció en el camino sobre casos fantasmagóricos que estimaba parecidos
a los sucedidos en su parroquia. Gran desafío fue aquel, pues la falta
de dinero había obligado a detener los trabajos de la iglesia proyectada
en Roma y su aventura no contaba con gran respaldo.
Para
felicidad de sus propósitos, sin embargo, Jouët fue advirtiendo en el
trayecto de su largo viaje, la existencia de varios otros ejemplos de
supuestas manifestaciones desde el Más Allá en el mundo de los
vivos. Merced a su perseverancia e insistencia, en años de andar logró
convencer a varios poseedores de estas evidencias que se las cedieran,
reuniendo así una inquietante colección de huellas fantasmales sobre
reliquias, trozos de telas, prendas, Biblias, tablillas, libros de
oración y, cuando no, fotografías o ilustraciones de la pieza original,
que trajo hasta su parroquia para exponerlas como pruebas.
Cerca
de 280 piezas logró almacenar en esta titánica tarea, y la presencia de
marcas de fuego o calor en muchas de ellas le llevó a concluir que las
llamas del castigo también estaban presentes en el Purgatorio, a pesar
de estar asociadas a instancias más relacionadas con reinos infernales.
Certificó todos sus hallazgos y tomó nota directa de sus propietarios.
De acuerdo a su interpretación de aquellas piezas, éstas demostraban la
existencia de este lugar de penitencia para las almas de los fallecidos,
además de los intentos de aquellas ánimas por comunicarse con los vivos
buscando así expiarse de culpas y salir de la transición para llegar
por fin al Cielo, a través de plegarias y misas a su nombre.
Decidido
a demostrar la existencia del Purgatorio, entonces, el Padre Jouët
montó una sala en la sacristía del templo en construcción para exponer
sus hallazgos, en lo que sería llamado por entonces el Museo Cristiano
de la Ultratumba o del Inframundo. Quizás se trate de la primera
colección de lo que se plantearía como evidencias "paranormales" hecha
alguna vez y ajena al romántico boom de los médiums de la
época victoriana, pues antecede incluso a las famosas recopilaciones de
"hechos condenados" de Charles Fort o el Instituto Metapsíquico de
París. De todos modos, la Iglesia siempre ha sido enfática en recalcar
que la colección no guarda relación con esta clase de prácticas o
doctrinas, ajenas al cristianismo.
Jouët
también siempre procuró apartarse de cualquier vinculación con el
espiritismo y las comparaciones con prácticas nigrománticas. No
obstante, no logró conseguir que la Iglesia reconociera formal y
categóricamente su colección como pruebas auténticas, definitivas e
incontestables de la existencia de almas en el Purgatorio descrito en el
El Concilio de Trento, intentando entablar contacto con los vivos, por
lo que falló en el principal objetivo que se había propuesto con esta
obra. Aún así, él y sus colaboradores continuaron incrementando la
colección del pequeño museo, con la bendición del Papa Pío X, quien
estimó que era útil para difundir el compromiso de los cristianos orando
para sus fallecidos y pidiendo por sus almas, revitalizando con esto
también el proyecto de edificar la iglesia gótica, misma que hoy se
emplaza allí, que había encargado al arquitecto boloñés Giuseppe
Gualandi pidiéndole que destinara una sala especial para la colección.
Sólo
a fines del siglo XIX la sala del museo pudo quedar bien habilitada,
como él la había deseado. La colección fue reunida en un cuarto al que
se accede hasta hoy por la sacristía, mientras que la pared con el
primer rostro de 1897 quedó preservada tras un biombo tríptico con una
escena mariana, lejos de la percepción del público. Poco después, hacia
1900, el Padre Jouët fundó la Asociación del Sagrado Corazón de Jesús
por el Descanso Eterno de las Ánimas del Purgatorio (Associazione del Sacro Cuore di Gesù per il Suffragio delle Anime del Purgatorio),
con sede en esta misma parroquia, publicando un libro titulado "Un
pequeño tour por el Purgatorio" con sus observaciones y recolecciones.
Esta agrupación obtenía aportes a la Iglesia vendiendo indulgencias del
Papa León XIII, además de publicar una gaceta llamada "Revista Mensual
de la Asociación", convertida más tarde en "El Purgatorio", que circuló
hasta poco después de la Primera Guerra Mundial. También siguieron
reuniendo e investigando testimonios, mientras pedían por las almas en
el tormento de la transición en la ultratumba.

El Padre Jouët aún saluda a los visitantes, en el pasillo hacia su museo.

Vitrina de la exposición.
LA COLECCIÓN, HOY
De
la colección de Jouët han escrito, por ejemplo, Paola Giovetti en "Il
mondo dei misteri" y Nica Fiori en "Roma arcana: i misteri della Roma
più segreta". Empero, una vitrina en el muro de la sala basta, en
nuestros días, para contener toda la muestra permanente de lo que fueran
aquellas colecciones. Ya veremos por qué razón tan enorme reunión de
piezas quedó minimizada en sólo esta pequeña muestra.
Hojas
explicativas en varios idiomas y algunos iconos religiosos reciben a
los visitantes en la sala. Sólo los objetos definidos como los "más
notables" están a la vista y reseñados, y corresponden a los siguientes,
aunque recalco que las imágenes son sólo una aproximación tenue a la
contemplación presencial de estas misteriosas piezas:


1.-
Copias de las fotografías enmarcadas del siniestrado altar en la
Capilla de Nuestra Señora del Rosario, con el rostro que se formó a uno
de sus costados en el incendio del 15 de septiembre de 1897 (fecha
señalada en una de las piezas de esta secuencia). Aunque la fotografía
está muy gastada y deslavada, se observa una imagen del altar completo,
con la "cara" estampada a la izquierda sobre la pilastra del marco, y un
acercamiento a esta figura. El cuadro a color que coloqué más arriba de
este artículo, pertenece a esta misma secuencia.

2.-
Huellas de tres dedos extendidos, estampados sobre la cubierta del
libro de rezos o devocionario de María Zaganti. Esto sucedió el domingo 5
de marzo de 1871, en la Parroquia de San Andrés del Poggio en Berni,
Remini. Las marcas se atribuyen a la difunta Palmira Rastelli, hermana
del párroco Sante Rastelli y fallecida el 28 de diciembre de 1870, sólo
dos meses y algunos días antes de su supuesta manifestación. Doña María
era amiga del párroco, por lo que se interpretó que la difunta pedía, a
través de ella, la celebración de santas misas por su alma.

3.-
Los cinco dedos marcados con huellas ardientes de Luisa Le Sénéchal,
nacida en Chanvrieres. La mujer había fallecido el 7 de mayo de 1873,
pero se le apareció de esta manera a su marido Luigi Le Sénéchal en
1875, en la casa que ambos habían compartido en Ducey, en La Mancha,
Francia, dejándole la señal sobre su gorra de dormir. El alma realizó
una petición de oraciones y santas misas a favor de su descanso, según
el relato de autentificación, pues antes de morir la mujer le había
pedido a su esposo tres misas por su descanso etenero, sin que él
cumpliera con la promesa. Durante la aparición, el señor Luigi se
disculpó diciéndole que no tenía dinero para pagarlas, pero su hija sí,
aunque no creería en la aparición de la difunta. Ante este problema,
ella le dejó la marca sobre la gorra de dormir como demostración de que
se había hecho presente en el mundo de los vivos. Tras conseguir el
dinero de esta manera y solicitar las misas, Luisa se le habría
aparecido una vez más al viudo, mostrándose ascendiendo al Cielo.
Lamentablemente, por la posición en que está el gorro dentro de la caja,
la percepción visual de la mano y de la perforación se hace muy
difícil.

4.- Copia facsimilar de una impronta de fuego plasmada el sábado 13 de octubre de 1696 sobre la tela del grembiule
o delantal mandil de Sor María Harendorps (en otras versiones, llamada
Margarita Herendorps o Rerendorts), religiosa del Monasterio Benedictino
de Winneberg, cerca de Warendorf en Westfalia, donde se conserva la
pieza original. Las manos estampadas serían de la difunta Clara
Schoelers según se informa, hermana del mismo convento y corista de la
orden, que había fallecido a causa de la epidemia de peste, el 13 de
octubre de 1637. En la pieza principal de la imagen se ve una mano
oscura, mientras en la parte inferior de la fotografía se observa
también la huella quemada de dos manos, dejada por la misma hermana
sobre la tela de lino de su faja.

5.-
Mano estampada por la madre fallecida de Giuseppe Leleux sobre la manga
de su camisón, durante una aparición ocurrida la noche del 21 de junio
de 1789 en Wodecq-But, Bélgica. El sujeto había escuchado ruidos y
señales inquietantes por once noches seguidas, que lo tenían asustado y
casi lo enfermaron de angustias. Habían pasado 27 años desde la muerte
de la mujer que ahora regresaba luego de esos aterradores días, para
advertirle a su hijo que la vida que éste llevaba en ese momento le
costaría después de muerto, rogándole rectificar sus comportamientos,
cumplir con la obligación de las santas misas como legado paterno y
trabajar para la Iglesia. Luego de poner su mano sobre la camiseta,
quedó esta huella clarísima, impactando tanto en Giuseppe que éste
enderezó su vida y fundó una congregación propia. Falleció el 19 de
abril de 1825.

6.-
Dedo de la hermana Pía María de San Luis Gonzaga (en otras fuentes,
María Margarita), muerta en la mañana del 5 de junio de 1894 víctima de
la tuberculosis, cerca de Perugia. Quedó estampado en la funda de la
almohada de Sor Margherita del Sacro Cuore, luego de aparecérsele sólo
horas después de morir, en la noche del 5 al 6 de junio de 1894, según
consta en la relación del hecho que es conservada en el Monasterio de
Santa Clara del Niño Jesús en Bastia, Perugia. La hermana Pía María
había sufrido desde hacía dos años los efectos de la enfermedad, con
fuertes fiebres, tos y hemoptisis, llevándola al deseo de querer morir
para no sufrir más a pesar de las exigencias de la Madre Superiora de
seguir firme en la lucha por la vida. Tras fallecer el día 5, se le
apareció en la noche a la hermana Margherita, primero como una sombra
que fue adoptando la forma de la religiosa, vestida de clarisa y rodeada
de otras sombras, comunicándole que se encontraba en el Purgatorio a la
espera de expiar su alma, pidiéndole oraciones para favorecer su
destino. Al parecer, la hermana Margherita había sido muy severa con
María, por lo que ésta le había llegado a desear la muerte, según le
confesó, error la privó de un paso directo al Edén. En esta aparición
puso su dedo índice sobre el cojín quemando la funda con la marca que se
observa, prometiéndole volver. Cumplió la promesa entre los días 20 y
25 de junio, reapareciendo para dar las gracias a la comunidad religiosa
y avisar de que iba a entrar al Cielo.




7.-
Huellas que se aseguran dejadas por el fallecido Abad Olivetano de
Montova, el Padre Panzini, el 1° de noviembre de 1731, al aparecérsele a
la madre Isabella Fornari, venerable abadesa de las Hermanas Clarisas
del Monasterio de San Francisco en Todi, mientras ésta trabaja en su
telar. El difunto se hizo presente ante ella con los dedos fulgurantes y
dejando marcas sobre lo que tocara, incluso sus ropas cuando ella,
aterrada, intentó huir y fue detenida por el propio espíritu que la tomó
del brazo. Cuatro improntas resultaron de aquella increíble
experiencia: 1) marcas carbonizadas de una mano izquierda y una cruz
(supuestamente trazada con su dedo índice incandescente) sobre una
mesita que usaba para su trabajo de telar la madre Isabella, donde se
apoyó el aparecido; 2) luego, la misma mano estampada ahora sobre una
hoja blanca de papel; 3) una mano derecha sobre la manga del hábito de
la abadesa cuando la cogió del brazo; y 4)finalmente, la misma mano de
fuego que traspasó el hábito marcándose también en la tela de la camisa
de la madre Isabella y manchándola con su sangre. La relación de los
hechos está registrada por el padre Isidoro Gazala del Santísimo
Crucifijo, confesor de la abadesa, a la que, tras oír su testimonio, le
ordenó cortar los trozos de tela de su hábito y camisa, junto al
fragmento quemado de la mesa, para procurar su conservación. La
aparición se interpretó como su venida desde el Purgatorio para pedir
ruegos, oraciones y misas a favor de su alma.

8.-
Dedos supuestamente marcados a fuego sobre un libro de Marguerite
Demmerlé, en la Parroquia de Ellingen de la Diocesis de Mertz, por el
espectro de su suegra que se le comenzó a aparecer 30 años después de su
muerte, según la certificación y testimonio recogido. La fallecida, que
había vivido entre 1785 y 1815, se materializaba con aspecto de
peregrina y con el típico traje usado en su país, bajando por la
escalera del granero de la casa mientras gemía y miraba con profundo
dolor a la aterrada nuera sin saber quién era aún. La testigo corrió a
contar al cura párroco de su localidad lo que sucedía, y el sacerdote le
aconsejó intentar interactuar con la mujer. Así lo hizo, consiguiendo
que la fallecida le contestara: "Soy tu suegra, muerta en el parto
hace 30 años... Ve en peregrinación al Santuario del Marienthal y allí
haz celebrar santas misas para mí". Marguerite cumplió con el
encargo y peregrinó hasta el santuario. Cuando regresó, la suegra
reaparecería agradeciendo su obediencia y anunciándole que por fin
saldría del Purgatorio para ir al Cielo. Nuevamente siguiendo un consejo
dado por el párroco, Marguerite le pidió que dejara una señal antes de
que se marchara, y la fallecida puso su mano sobre el libro "La
Imitación de Cristo", dejando una quemadura con las yemas de sus dedos,
acto tras el cual desapareció sin volver a manifestarse.

9.- Otro caso que podríamos definir como piroplastias digitales:
correspondería a los dedos de la mano derecha del difunto Giuseppe
Schitz, marcados sobre un libro de oraciones en alemán perteneciente a
su hermano Giorgo, experiencia ocurrida el 21 de diciembre de 1838 en
Serralbe, Lorena. De acuerdo al testimonio, el fallecido sorprendió a su
hermano despertándolo con su voz y pidiéndole oraciones por su eterno
descanso, pues en la ultratumba estaba siendo atormentado por la falta
de piedad que había demostrado cuando estuvo vivo.

10.-
Fotocopia de un billete bancario de 10 liras, que formó parte de un
sorprendente caso también registrado en forma póstuma para el Padre
Jouët por los miembros de su Asociación. Corresponde a uno de los 30
billetes que, entre los días 18 de agosto y 9 de noviembre de 1919, dejó
en la puerta del Monasterio de San Leonardo de Montefalco un sacerdote
fallecido. El misterioso y fantasmal personaje colocaba un billete cada
día en la puerta del convento y, según se recuerda, eran todos de 10
liras como éste, hasta completar 300. Su pago desde el Más Allá
era para que se hicieran misas en su recuerdo y la expiación de su alma.
El museo tuvo el billete original de la imagen, pero tras una solicitud
fue devuelto al Monasterio de San Leonardo donde es conservado,
guardándose acá la copia facsimilar del ejemplar.
OTROS CASOS ESTUDIADOS POR LA ASOCIACIÓN
Los
archivos que sobreviven de la Asociación del Sagrado Corazón de Jesús
por el Descanso Eterno de las Ánimas del Purgatorio, dan cuenta de otros
casos que fueron investigados o testimoniados como "pruebas" de las
comunicaciones con el Más Allá, aunque no están reseñados en los
boletines informativos actuales de la parroquia. También hay 4 ó 5
piezas de la muestra sin reseñas, aunque es de suponer que están ligadas
a algunos de los casos revisados o a otros no comentados en los mismos
informativos de la exposición.
Algunos de estos casos no reseñados en la exposición, son:
- En su momento, la Asociación investigó el caso del Rey de Italia Humberto I "El Bueno", asesinado en Monza el 29 de julio de 1900 por los disparos de un anarquista italo-americano llamado Gaetano Bresci. Curiosamente, el rey salía del funeral de un entonces célebre comerciante conocido como su "doble", por el parecido físico de ambos y por haber nacido el mismo día en el mismo lugar, en una historia que ha sido deleite de los amantes de las coincidencias asombrosas. Pasaron 32 años y un soldado que hacía guardia en el cenotafio monumental levantado a la memoria del soberano, pidió autorización para entrevistarse con el Rey Víctor Manuel III, declarando tener importante información que darle. Al serle concedida la visita, informó al monarca que Humberto I se le había aparecido durante sus turnos y con su mano ardiente había chamuscado parte del grueso capote militar de invierno, dejando marcada la huella.
- Uno de los casos no exhibidos es el de una supuesta aparición de un fraile capuchino a Sor María Magdalena de la Santísima Trinidad, fundadora del Instituto de las Hijas de la Inmaculada Concepción., dejando estampado un dedo y una especie de círculo en la mesa de madera que ocupaba la religiosa.
- Otro caso habla de un sujeto avaro que, tras morir, debió ser sepultado con una bolsa con todo su dinero, según lo dispuso en su testamento. Sin embargo, pasados unos días comenzó a aparecérsele el difunto a un amigo, rogándole que hiciera misas en su nombre, pues se encontraba atrapado en el Purgatorio, entregándole en el acto la misma bolsa de dinero con la que había sido enterrado para pagar los servicios religiosos. En la mesa donde el fantasma habría dejado colocada la bolsa, quedó una marca circular parecida a un timbre incandescente que quemó la madera.
- También existe una imagen de una antigua publicación de la parroquia, de una pieza que no está hoy en exhibición y que corresponde a un libro con una marca de fuego de un dedo. Sería la "prueba" de que, en 1670, el primer párroco de Hall, Padre Cristóbal Wallbach, dejó una huella conocida como el "dedo de fuego" en un libro de oraciones, 63 años después de su muerte. La marca atravesó el libro hecho con pasta de madera, cubierto de piel de jabalí y llegó hasta la página 81, en prenda de sus súplicas para que se hicieran oraciones a su alma.
- Muy parecido es el caso de otra pieza que actualmente no está disponible, cuya fecha reportada es muy anterior: una marca de "dedo de fuego" sobre otro grueso libro, atravesando varias páginas con una forma ovoide, desde el borde superior. Correspondía a un libro de oraciones que había pertenecido a Jakob Rem, aparecido en 1595.
- Se tenía nota del caso del camisón de una muchacha siciliana, a la que se le apareció en los sueños su hermana muerta rogándole que rezara y celebrar misas por ella. Cuando la chica despertó creyendo que todo había sido una pesadilla, descubrió esta quemadura con forma de mano en la tela de su camisón de dormir.
Un
tiempo después de fallecer el Padre Jouët, la habitación y la colección
fueron reducidas drásticamente. Muchos de sus hallazgos desaparecieron
en este período que siguió al año 1917, cuando se terminó la mayor parte
del templo definitivo con los planos de Gualandi.

Páginas de un libro religioso con quemaduras sobrenaturales, sin reseña.

Otro libro religioso con profundas quemaduras de dedos, sin reseña.

Tela quemada, por supuesta acción de un ánima. Sin reseña.

Telas quemadas por acción de almas, sin reseña.
En
1921 el futuro Arzobispo Gilla Vincenzo Gremigni, a la sazón encargado
de la Iglesia del Sagrado Corazón del Sufragio en Prati, se deshizo de
los objetos que podían ser considerados más dudosos o menos
espectaculares según se ha dicho, aunque fotografías de las piezas que
no están en exhibición provocan algunas dudas sobre la selectividad con
que se habría aplicado este criterio, en caso de haber sido real. Junto
al Padre Ricasoli, pidió autorización papal para destruir la enorme
mayoría de ellos, dejando la exposición casi tal como se la puede
encontrar hoy, rebautizada con el menos tétrico nombre de Museo de las
Ánimas del Purgatorio (Museo delle Anime del Purgatorio). Las
piezas destruidas entonces contaban con menos certificaciones y
acreditación, al parecer, pero existe información de que todavía en el
último cambio de siglo hubo más destrucciones y eliminación de material,
a pesar de la cantidad de fieles que llegan a conocer la colección.
La
Asociación del Sagrado Corazón de Jesús por el Descanso Eterno de las
Ánimas del Purgatorio, en tanto, había sido reconocida por el Papa Pío
X, quien se negó a cerrar la exposición luego de recibir peticiones al
respecto. Pese a todo, la agrupación cesó funciones en 1923, poniéndose
fin a la investigación de esta clase de casos en particular, sobre
apariciones e improntas de almas supuestamente atrapadas en el
intermedio entre el Cielo y el Infierno, de los reinos del Más Allá.
La
gran colección quedaría, finalmente, con sólo 19 piezas de 12 casos
disponibles de entre 1637 y 1919, especialmente de Francia y a los que
se agregarían los otros posteriores, luego de esta extraña purga
museológica al interior de la Iglesia Católica. Rondan suposiciones
sombrías sobre las verdaderas motivaciones de la destrucción, o de
supuestas pruebas que en realidad habrían sido escondidas del público
por razones inconfesables. Algunas de las piezas que no están
disponibles, sin embargo, pueden encontrarse en fotografías antiguas y
documentos ligados al pasado de la parroquia.
A
pesar de las desapariciones de piezas y las grandes dudas que han
llevado a la negativa de la propia parroquia a identificar estos objetos
como pruebas irrefutables de la existencia del Purgatorio, la pequeña
colección sobreviviente sigue siendo una atracción para los estudiosos
del misterio de la muerte, constituyendo una de las muestras más
impresionantes que quizás puedan hallarse en el mundo sobre este tema.
Comentarios recuperados desde el primer lugar de publicación de este artículo, en el sitio URBATORIVM:
ResponderEliminarUnknown2 de diciembre de 2020, 09:00
Francisco Victor Jouet no era natural de Marsella sino de Nuoro, en Cerdeña. Su fecha de bautizo, 29 de abril de 1839, consta en los Quinque Libri de la parroquia (hoy catedral) de Santa María. Sus padres eran Juan Baptista, que vino a Nuoro para abrir una fábrica de tapones de corcho, y Maria Benedetta Placida Ruffi.
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JULIUS25 de junio de 2021, 19:32
¡Excelentes Fotos y Texto!