EDGAR ALLAN POE Y LAS AVENTURAS ANTÁRTICAS DE ARTHUR GORDON PYM
Muchos
le reprochan que no se trate de una de sus mejores historias y que se
aleje del cauce más distintivo de sus relatos, quizás, pero no cabe duda
de que “Las Aventuras de Arthur Gordon Pym” (titulado en inglés "The
Narrative of Arthur Gordon Pym of Nantucket”) es una de las obras más
extrañas y misteriosas de Edgan Allan Poe, además de conocida; repleta
de detalles que parecerían ser símbolos y sugerencias que han hecho
correr mucha tinta a los analistas literarios.
Sería
por ahí por 1997 cuando mi amigo Rodrigo Arias me trajo desde su ciudad
de Colina hasta mi casa en Santiago esta fascinante obra de Poe, en una
vieja edición de principios del siglo XX con tapas de cartón y hojas
amarillentas de esquinas ya redondeadas por el uso y el tiempo. Doble
maravilla: forma y fondo.
El
libro, única novela de Poe y escrita antes de sus treinta años, fue
editado originalmente en dos partes; pero en 1838 se lo presentó en New
York como obra de un solo volumen, como se la conoce hasta ahora.
La
obra es un diario de viaje de un marino aventurero que pasa por todo en
su odisea: de polisón a secuestrado por corsarios; de náufrago a
pionero en avanzar hacia el Polo Sur. Hay instantes en que el autor se
esfuerza tanto en su trabajo por darle realismo (o volumen de páginas,
no lo sabemos), que incluso fastidia al lector con datos que podrían
pasar por irrelevantes al relato, como las observaciones científicas e
históricas que intenta formular el protagonista al describir latamente
las características de la geografía visitada o los comportamientos de
las aves que observa en la costa insular. No hay precisión sobre el
origen de los conocimientos que Poe tenía sobre estos antecedentes de la
Antártica; para entonces había muy poca literatura científica al
respecto, y en América se desconocían los detalles de los grandes viajes
que Poe describe con enorme precisión.
Pero,
por sobre todas las cosas, “Las Aventuras de Arthur Gordon Pym” han
quedado en la historia por la etapa final del libro, cuando el marinero
se une a una expedición que avanza rauda hacia un territorio antártico
muy distinto del que hoy tenemos conocimiento, y en el que comienzan a
asomar los únicos elementos casi sobrenaturales de toda la narración.
Pym,
imaginario narrador en primera persona de su propia historia, comienza
la escritura poniendo al día su libro de anotaciones, pues sus
escrituras están atrasadas con relación al desarrollo del debate. Muchos
sospechan que es una representación hecha de sí mismo por Poe,
incluyendo el parecido fonético del nombre del autor y de su personaje.
Confiesa ser hijo de un comerciante Nantucket, nacido en una familia
acomodada y que desde temprano manifestó una atracción incontenible por
los misterios del mar y de la navegación. Por consiguiente, en junio de
1827 se mete furtivamente gracias a su amigo Augustus, dentro de un
navío anclado en el muelle, comenzando así su experiencia de cerca de
nueve meses.
Escondido
en una bodega, Pym confiaba en que Augustus le proporcionaría alimento y
agua después del zarpe. Pero los días transcurrieron y la desesperación
del protagonista comienza a tornarse en delirio. Por fin obtiene un
aviso: el bergantín ha sido secuestrado por piratas, y él es la única
esperanza de la tripulación. El paso sobre el punto sin retorno en la
historia de Pym, entonces, había sido dado ya.
La
novela pasa por lo inimaginable desde ahí en adelante: náufragos,
crímenes, rescates. Hasta canibalismo. Experiencias de vida y de muerte,
siempre al borde. Barcos fantasmales, llenos de cadáveres se le
aparecerán de camino a las aguas del Pacífico Sur. Hambre y sed de
pesadillas. Tras penurias terroríficas, Pym y otro sobreviviente logran
ser rescatados por una goleta inglesa que iba camino a la Tierra de
Kerguelen, la “Jane Cuy”, capitaneada por Guy. Según escribe Poe, esto
sucedió “a la altura del cabo San Roque, a 31º de longitud oeste”.
Todo
transcurre alegremente desde ese instante, navegando entre la ballenas
hasta que la goleta es atacada por una borrasca en el Cabo de Buena
Esperanza. Sobreviven “por milagro”, según cree el capitán Guy, y desde
allí continúan su ruta por aguas cada vez más peligrosas.
Es
aquí donde Pym -o mejor dicho Poe- comienza a introducirse en la
historia de los viajes de las aguas australes del planeta, sabiendo que
la aventura se aproxima hacia el continente de la Antártica. Cook,
Kreutzenstern, Wedell y varios otros aparecerán referidos, convirtiendo
varias páginas del relato en un verdadero libro de historia, que no
esconde la ensoñación y el placer que producen en Poe los temas
antárticos. Las letras parecen alfombrar con datos reales la cercanía de
los hechos insólitos que se integrarán a los últimos días de aventura
de Pym:
Éstos son los principales intentos realizados para penetrar en las remotas latitudes del sur –escribe-,
viéndose ahora que quedaban, antes del viaje de la Jane, cerca de
trescientos grados de longitud en el círculo antártico que no habían
sido cruzados. Naturalmente, se extiende ante nosotros un ancho campo
por descubrir, y oí con más vivo interés al capitán Guy expresar su
decisión de avanzar resueltamente hacia el sur.
Los
hielos flotantes empiezan a aparecer ante la goleta en la posición 63º
23' de latitud sur y a 45º 25' de longitud oeste. Poco después, justo al
comenzar el año de 1828, el “Jane Cuy” ya enfrenta a los primeros
bancos de hielo, que atraviesa cruzando el círculo polar. Luego de
llegar a una barrera gélida, contornea este obstáculo hasta encontrar un
acceso hacia el continente entre intermitencias de viento y granizo.
Los icebergs, de tamaño descomunal, pasan amenazantes junto al navío,
perdiéndose después en la neblina. A medida que avanzan, comienzan a
aparecer arrecifes y maderos flotantes, rodeados de aves marinas que los
marineros cazan para alimentarse mientras siguen su travesía. También
encuentran una especie de oso polar de gran tamaño, flotando sobre un
trozo de hielo, al que dan muerte rápidamente para comerlo.
Pese
a las precisiones históricas y científicas de algunas de sus
observaciones, la descripción que Poe hace de la Antártica parece
inspirada en las noticias que se tenían más bien del Ártico, en aquellos
años, aunque establece explícitamente algunas diferencias. La presencia
de un oso polar no es la única comparación posible, según veremos.
Los
viajeros llegan hasta una isla, donde hacen una parada antes de
proseguir la ruta, siempre escoltados por las ballenas y los albatros. “En
este momento habíamos avanzado hacia el sur más de ocho grados sobre
los que todos los navegantes anteriores, y el mar se extendía aún
completamente abierto ante nosotros”, anota el protagonista en su
cuaderno. En esta etapa comenzarán a encontrar señales varias de la vida
en el paisaje polar de aguas oscuras, como un arbusto lleno de bayas y
el cuerpo de un extraño animal que les resultaba desconocido. Poe
comienza a esbozar un retrato, entonces, que semejaría más al territorio
de Alaska o Siberia que a la Antártica de la que hoy sabemos bastante
más que el autor o cualquiera de sus contemporáneos de mediados del
siglo XIX.
Al
fin logran llegar a una costa cómoda. Los recibe una tribu de canoeros
de raza negra. Es un enigma la razón que motivó a Poe a colocar una raza
tan asociada al calor del África en este lugar de hielos.
Tenían la estatura media de los europeos –los describe-, pero
eran de constitución más musculosa y membruda. Su tez era de un negro
azabache, con el pelo espeso, largo y lanoso. Iban vestidos con pieles
negras de un animal desconocido, tupidas y sedosas, ajustadas al cuerpo
con cierta habilidad, quedando el pelo hacia adentro, excepto alrededor
del cuello, las muñecas y los tobillos.
Esencialmente,
son salvajes, de aspecto y modales agresivos. Poe se esfuerza por
recalcar su inferioridad. El escritor y articulista chileno Sergio Fritz
Roa sospecha que puede haber una motivación racista propia de la época
en la descripción que hace de esta extraña raza antártica, a la que
representa como insólitamente primitiva y, más encima, traicionera y
peligrosa.
Los
extraños nativos reciben inicialmente con festejo a la tripulación del
“Jane Cuy”. Los marineros, a su vez, se sorprenden de encontrar tortugas
de las Galápagos entre los retrasados indígenas y otras especies
animales, por lo que el capitán Guy decide inspeccionar el territorio
con una pequeña exploración. El propio Pym le convence de realizar esta
empresa, y parten contemplando esta tierra extraña, ahora seguidos de
los numerosos salvajes:
Los
árboles no se parecían a ninguno de los que crecían en la zona tórrida,
templadas o frías del norte, y se diferenciaban por completo de los que
habíamos encontrado en las latitudes meridionales más bajas que
acabábamos de atravesar. Las mismas rocas eran distintas por su masa, su
color y su estratificación; y los arroyos, por increíble que esto
parezca, tenían tan poco de común con los de otros climas, que teníamos
escrúpulo en beber, e incluso nos era difícil persuadirnos de que sus
cualidades fuesen puramente naturales… A causa de la peculiar naturaleza
del agua, nos negamos a probarla, suponiendo que estaba corrompida, y
sólo después de un buen rato logramos comprender que aquél era el
aspecto de los arroyos en todo el archipiélago. No sé cómo dar una idea
clara de la naturaleza de aquel líquido, ni puedo hacerlo sin emplear
muchas palabras.
Al
llegar a la aldea de los nativos, compuesta por las más miserables
chozas y cavernas vistas, Pym comienza a intuir algo extraño sobre
ellos. Se les han ido sumando más hombres en el camino y parecen traerse
algo entre manos, por lo que advierte de ello a Guy mientras caminan.
En el poblado siguen realizando descubrimientos:
Había
muchas mujeres y niños, no careciendo las primeras de lo que puede
llamarse belleza personal. Eran altas, erguidas, bien constituidas y
dotadas de una gracia y desenvoltura como no se encuentran en la
sociedad civilizada. Sin embargo, sus labios, al igual que los de los
hombres, eran gruesos y bastos, hasta el punto de que ni al reír dejaban
ver nunca los dientes. Su cabello era más fino que el de los hombres.
Entre todos aquellos salvajes desnudos podría haber diez o doce que
estaban vestidos…
¿Estaría
Poe describiendo a los indios fueguinos cuando establece estas
características en la extraña raza antártica que recibe a los viajeros
europeos?
Los
hombres blancos son conducidos hasta una cabaña del líder de la tribu,
en medio de la expectación y la hostilidad de los nativos, y les sirven
entrañas de un animal extraño como alimento, comida que rechazan
excusándose en la falta de apetito. Entonces, convencen al líder de
llevarlos hasta el sector de la isla en donde podían cazar moluscos y
recolectar frutos para aumentar la reserva de comida de la expedición.
Luego, comenzarán a planear la construcción de un campamento.
La
aventura continuará por varios días más, negociando con los salvajes y
preparando el terreno para levantar las cabañas. Los nativos invitan a
los europeos a una “despedida” a celebrar en la aldea antes de que se
establezcan en el campamento. La insistencia y las intrigas del líder no
alcanzaron, sin embargo, para levantar las sospechas de la tripulación,
sobre la existencia de una trampa.
Los
europeos desembarcaron armados. Los salvajes llegaron a escoltarlos
desarmados y con zalamerías simulando hermandad. Marchaban sin novedad
hasta que llegaron a un precipicio, que debían bordear por una de sus
laderas. Entonces, el terreno se desmorona sobre ellos, producto de una
crueldad mortal preparada por los inciviles hombres de la isla
antártica.
Pym
y otro hombre sobreviven sin que los criminales lo adviertan, y la
historia continúa entonces, volviéndose cada vez más extraña y
misteriosa:
Nuestra
situación, tal como se nos presentó entonces, apenas era menos
aterradora que cuando creímos estar enterrados para siempre. No veíamos
ante nosotros más perspectivas que la de ser inmolados por los salvajes,
o la de arrastrar una existencia miserable de cautividad entre ellos.
Ciertamente, podíamos ocultarnos por un tiempo a su observación entre la
fragosidad de los montes o, como último recurso, en el barranco de
donde acabábamos de salir; pero moriríamos de frío y de hambre durante
el largo invierno polar, o seríamos descubiertos últimamente al
esforzarnos por llegar hasta los indígenas.
Advirtiendo
que la isla se llenaba de salvajes prestos al saqueo del “Jane Cuy”,
que seguía anclado con seis hombres a bordo ignorantes de lo sucedido,
los dos europeos se escondieron observando con desesperación, desde la
distancia, cómo era destruida la nave y cómo sus tripulantes intentaban
en vano defenderla.
Los
hombres, entonces, se ocultaron entre las colinas y bosques de la isla
lejos de la violencia de los salvajes y en un escenario natural que hoy
nos parecería impensable en la Antártica. Tras una semana de penurias,
decidieron bajar hacia la misma quebrada donde habían sido atrapados en
el derrumbe provocado por los salvajes. Pym dibuja la extraña forma de
las gargantas tras explorarlas cuidadosamente, así como unas formaciones
en la roca que semejaban escrituras desconocidas, pero que el
protagonista considera obra de la naturaleza. El aspecto de sus
ilustraciones tiene algo perturbador, como si hubiesen sido tomadas de
una extraña tierra perdida pero real.
Tras
arriesgadas maniobras por el acantilado, los hombres son atacados por
un grupo de los mismos salvajes negros, siendo repelidos por las
pistolas de Pym. Lamentablemente, los disparos anunciaron por toda la
isla la presencia de los sobrevivientes. Secuestran a uno de los
agresores, llamado Nu-Un, y corren con él hacia la costa, mientras los
nativos bullían desde todos lados para perseguirlos. Entonces, se
apoderaron de una canoa y remaron frenéticamente escapando de los
salvajes, de los que se defienden con disparos, cuchillos y ningún
remordimiento:
En
verdad, por lo que he podido saber de aquellos desdichados, pertenecían
a la raza humana más malvada, hipócrita, vengativa, sanguinaria y
completamente diabólica que existe sobre la faz de la tierra. Es
evidente que no hubieran tenido ninguna misericordia con nosotros si
hubiésemos caído en sus manos. Hicieron una loca tentativa para
seguirnos en la canoa averiada; pero, al ver que estaba inservible,
exhalaron de nuevo su rabia en espantosas vociferaciones y corrieron de
nuevo hacia sus colinas.
Habiendo
quedado atrás los salvajes, los hombres quedan a la deriva en las aguas
antárticas, aunque con algunas islas a la vista.
Decidimos dirigirnos resueltamente hacia el sur –dice Pym-, donde existía al menos la oportunidad de descubrir tierras, y más de una probabilidad de dar con un clima más suave.
La
canoa se abre paso hacia el polo, entonces, sorteando olas que
amenazaban a la frágil embarcación, hasta que llegaron a aguas más
calmas. Ya cerca del final del libro, el relato comienza su etapa más
enigmática y desconcertante:
Muchos
fenómenos inusitados nos indicaban ahora que estábamos entrando en una
región de maravilla y novedad. Una alta cordillera de leve vapor gris
aparecía constantemente en el horizonte sur, fulgurando a veces con
rayos majestuosos, lanzándose de este a oeste, y otros en dirección
contraria, reuniéndose en la cumbre, formando una sola línea.
Poe
pasa rápidamente por detalles intrigantes de la historia, supuestamente
arrancados al salvaje cautivo en un interrogatorio. Hay más gente en
las islas, y todas estás gobernadas por un misterioso rey. Me recuerda
el argumento central de la famosa serie norteamericana “Lost”, y no soy
el único que ha notado la semejanza. Con celeridad, Pym escribe
brevemente cada día en su diario, anotando sólo fragmentos generales de
la jornada. Una corriente los sigue arrastrando hacia el sur.
Finalmente,
el 22 de marzo, Pym escribe su último registro. Intrigante,
inconcebible y arcano. Un gigante blanco se hace presente, y con él una
lo que parece ser la entrada a un mundo interior. Si no habéis leído la
obra y queréis preservar la calidad de la sorpresa, sugiero fuerza de
voluntad para no pasar por las líneas que vienen a continuación:
La
oscuridad había aumentado sensiblemente, atenuada tan sólo por el
resplandor del agua reflejando la blanca cortina que teníamos delante.
Múltiples aves gigantescas y de un blanco pálido volaban sin cesar por
detrás del velo, y su grito era el eterno "¡Tekeli-li!" cuando se
alelaban de nuestra vista”. En este momento, Nu-Nu se agitó en el fondo
de la barca; pero al tocarle vimos que su espíritu se había extinguido.
Todo
el libro de Poe parece escrito para este momento final, ardiente e
inconcluso: en una catarata, se abre un abismo… Y aparece en la senda de
la canoa “una figura humana amortajada, de proporciones mucho más grandes que las de ningún habitante de la tierra”.
Un gigante, blanco como la nieve… Es lo que alcanza a escribir el
narrador cuando desaparece el relato. Toda la aventura de Pym, entonces,
había sido una carretera sinuosa hacia este instante preciso con que se
cierra la obra, dejando al lector ahogado en preguntas y misterios
incontestables. Se le considera, así, uno de los finales más insólitos e
intrigantes de toda la literatura universal.
Penan aquí las aseveraciones de autores como Miguel Serrano sobre las entradas al Mundo Interior, al Antiction griego.
También su observación sobre la presencia del prefijo “An” en los
nombres asociados a la raza perdida de los gigantes de la mística aria:
Andes, Anahatha, Anaperene y, por supuesto, Antártica.
¿Tenía
acaso Poe la intención de continuar algún día su obra? ¿Por qué no lo
hizo, entonces? ¿Y quién continuaría la obra de Poe, para traerlos la
luz que Pym no alcanzó a anotar en su vertiginoso diario de viaje? Fritz
Roa busca la continuidad entre la obra de Lovecraft y de Serrano. Julio
Verne le imaginó una continuación, y así concibió su obra "La Esfinge
de los Hielos", de cuya trascedencia también nos ocuparemos aquí, a
futuro. Lovecraft
también estuvo cerca de develar su misterio, al inspirarse en esta obra
de Poe para escribir el pavoroso texto de "En las Montañas de la
Locura", curiosamente la única con extensión de novela en este autor,
como "Las Aventuras de Arthur Gordon Pym" lo son en el currículo de su
autor.
Quizás
eso esperaba el autor de “Las Aventuras de Arthur Gordon Pym”: dejar la
pregunta abierta a la posteridad, sabiendo que ésta sería la garantía
de inmortalidad de la novela.
Edgar
Allan Poe es, de esta manera, el cultor de un mito propio para la
Antártica. Una Antártica fabulosa, con aguas tibias que llegan al polo,
con hostiles habitantes negros y gigantes custodiando entradas al
interior del mundo. Estructura mítica que volverá a representarse varias
veces más, en ese umbral de la ciencia y la fantasía que continúa
rondando al legendario del Continente Blanco.
Comentarios recuperados desde el anterior lugar de publicación de este artículo, en el sitio URBATORIVM:
ResponderEliminarAnónimo26 de junio de 2014, 07:55
¿pero nadie se ha dado cuenta que a Poe se le fue la imaginación para un final bueno? Ser buen escrito, como él lo era, no es garantía de perfección. No supo concebir un final bueno, y él nunca quiso rematar la novela con un final vulgar. Todos a salvo, un hombre respetasble, aplaudido por científicos, etc. eso no hubiera estado a la altura de su estupenda obra. La novela lo desbordó y lo de la figura blanca es una jugada de su cerebro atormentado.
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José Enrique Vázquez31 de octubre de 2020, 17:47
En esta obra, Poe se embarca —y aquí la expresión viene al pelo— en el género novelístico con éxito más que notable. El amor por el mar y la aventura son el hilo conductor de un relato crudo y asombroso que culmina con un enigmático final, quizá uno de los desenlaces más misteriosos de la historia de la literatura. El autor colma de detalles al lector sin que por ello la narración se haga pesada o tediosa, con acción sin pausa, y algunos intervalos de alivio cuando el protagonista consigue superar una adversidad. La obra, aunque parece inacabada, fue publicada en el año 1838. No existe información sobre cuál fue la intención del autor al concluirla de ese modo. En cualquier caso, una obra imprescindible y magnífica.
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